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Dejar ir es parte de amar.

      La primera vez que te vi, Charlotte, quedé deslumbrado con tu belleza. Eres una mujer libre, rota, soñadora e independiente; eras un alma en pena tratando de no vagar en la tinieblas de la incertidumbre, aquellas, que te tenían intrigada sobre tu futuro, el cual, ha sido incierto. No puedo negarte que te amo, que cada parte de mi cuerpo desea fusionarse con cada partícula del tuyo, que cada pensamiento que emites complementa a mi mente turbada por grandes fantasmas. No puedo decir que no he quedado cautivado con cada vaga palabra que emana de ti, cada insulto, verdad, oración hiriente; todo eso, hace que te ame a un más, y me duele tener que alejarme por temer a ser dañado por las espinas que recorren tu cuerpo, aunque, esté sedado por la inaudita belleza de aquella rosa, la cual, se llama Charlotte.

     Caminaba por las calles de Londres, veía personas pasar con angustia en sus ojos, vagabundos deambular por los duros asfaltos de Inglaterra, esperando, que un alma con buena voluntad sacíe sus ansias de tener una vida memorable, que por fin los hagan sentir vivos y no como simples humanos sin sus sentidos; ciegos, sordos, y mudos para la humanidad, pero, tomados en cuenta por almas que desean ayudar. Veía mi reflejo en distintas librerías de la ciudad, mi cara estaba demacrada, mis ojos padecían tristeza (el brillo que tenía al verte se había disipado), mis manos brotaban un mar de sangre incontrolable; y mis pies, se encontraban atados a la realidad, mientras, un hilo imperceptible (para este inservible cuerpo terrenal), me mantenía atado a tu alma. Era un lazo tan fuerte, que me decía que estábamos destinados a lastimarnos, anhelando, que algún día pudiéramos amarnos. Un hilo invisible nos mantenía en contacto, pero, nosotros sabíamos que nuestra conexión era fuera de este mundo lleno de mentes arcaicas. Seguía avanzando, y la única imagen que revivía en mi mente era aquella tarde. Ese insoportable sol arrasando mi piel, un incómodo traje apretado a mi cuerpo y una arma de fuego en mis manos, mientras, mis ojos se encontraban cautivados por quien fue mi mujer, mi querida Michelle, creo que jamás podré olvidarte, pues, soy un humano en busca de la verdad absoluta, la cual, no existe. He pasado años investigando, intentando resolver todos los misterios de mi existencia, mi labor, el sentido que cobra mi alma, las personas que debo amar; los que debo ayudar, tratando, de encontrar algo que me llene, y cuando por fin encontré a una mujer que fusionaba las espinas de su cuerpo  con mi vieja y dañada raíz, decidí alejarme, no porque fuera un deseo, un anhelo, valga la redundancia, lo hice, porque tengo miedo, ella traicionó mi confianza, ¿Quién me asegura que tarde o temprano no me traicionará a mí? Estoy consiente de la inmadurez e inseguridad con la que hablo, pero, estoy sumido, no en el duelo, si no, en la incógnita de mi vida, —¿Debo dejar a la mujer que amo?

Charlotte Williams.

     Cooper, mi hermoso caballero de armadura de hierro. Sabía que cuando la verdad llegara a tu mente, escaparías, era consiente de lo que pasaría, no serías capaz de soportar una traición, cuando, tu corazón a penas estaba sanando. Me encontraba afligida por tu partida, por tus vidriosos ojos, quienes fueron la premisa de la daga que lastimaba tu temeroso corazón.

— No era mi intención lastimarte. — repetí millones de veces en voz baja. — Te dañé en el momento que más te amé. — sollocé. Mi vergüenza era increíble. Mis manos temblaban, mi voz se cortaba, mis pensamientos consumían mi ser, y mis anhelos de verte otra vez, eran más y más grandes.

    Desde chica añoré cumplir mis metas, conseguir aquellos sueños que la brisa se llevó, y encontrar esa felicidad plena. Me prometí luchar por todos y cada uno de los pequeños agujeros que se habían creado en mí; me propuse rellenar todos y cada uno de ellos. Empecé colocando tierra, la cual me gusta llamar "perdón", seguí con pequeñas semillas, que luego, serían el fruto más preciado de mi vida, "el amor propio", por consiguiente, tendría que aprender a regar mi jardín, con mis lágrimas, mis alegrías, y sobre todo, con la felicidad y la luz que me daban las personas, quienes aseguraban sentir amor por mí. Uno de ellos es Cooper. El gran sol que resplandece a toda costa, y que convierte un jardín desastroso, en el huerto más colorido de todo el planeta.

    Soy una mujer que escribe sus propias reglas. Tú, eres un hombre único en su especie, un astronauta que no tiene miedo a explorar, ni mucho menos, a aceptar pequeños sobornos por cubrir la verdad. Eres un libro abierto, un mar con oleaje, un huerto en crecimiento, un hermoso paisaje; eres oraciones secuenciales que derraman sangre, y sobre todo, la pluma dorada de un escritor consagrado en drenar sus venas en sábanas blancas. Eres todo, mi pequeño guerrero de armadura sensible, para mí, lo eres todo y lucharé por tener tu amor, confianza, desprecio; malos ratos, actitudes inadecuadas, pelearé por tener cada pizca de ti, aunque deteste algunas partículas de tu alma, ellas conforman quien eres, y cuando no estás, extraño tu presencia, y todo lo que la misma engloba. Así que, pelearé por tí, querido, no permitiré que huyas en tu caballo, que recorras los senderos de la tristeza con tus vidriosos ojos que muestran la realidad, ni mucho menos, que vayas a una guerra siendo el soldado más valiente de la humanidad, sabiendo, que tu armadura se destruye con tan solo verla, y que tu sangre se derrama con una sola palabra y esa es: "adiós".

     Utilizaré tu medio favorito para encontrarte, para recuperarte, y para disculparme, las cartas, porque nuestra historia comenzó con una pequeña misiva a tu difunta esposa, y seguirá, con unos escritos dirigidos a un amor que dábamos por muerto, pero, que resurgirá de las cenizas en cualquier momento. De forma repentina, saco algunas láminas de papel, sostengo mi hermosa pluma con tinta y plasmo cada afecto que mi mente necesita dar a conocer.

" Querido Cooper.

    Me he dado cuenta que te amo, que cada pizca de odio por las actitudes imprudentes que tenía tu cuerpo hacia mí, se ha convertido en el mayor acto de cariño que mi mente pueda percibir. Hiciste realidad mi frase, busqué el amor en palabras crueles, porque, ellas son las que me demuestran lo mucho que me quieres. Busca el amor en mis palabras, en mis hechos, no hay fin que justifique mi actitud, pero, hay un sentimiento palpitante que me dice lo mucho que temo perderte.

    Creo que el alma es inmortal, y sé, que la mía ha pasado eternidades yendo a la tierra, cumpliendo un propósito, con un nombre, cuerpo, y apariencia distinta, pero, en ninguna de las millones de existencias que he tenido, he logrado olvidar tu hermoso espíritu, querido. Pasamos anhelando la eternidad en el planeta tierra, cuando, nuestras almas han jugado a perderse, para luego, poder encontrarse como dos planetas que necesitan orbitar juntos, para así, poder emanar energía de sus masas.

     Podría amarte en esta, y la otra vida, pero, no me daré el lujo de perderte por una herida. Lucharé con mi cuerpo y mente, porque aquel amor que ha emanado de mi cuerpo, no se olvida, y sobre todo, jamás podré dejar que se vaya el amor de mi vida.

    He pasado billones de existencias buscándote, tomando el riesgo de perderte, para así, poder encontrarte, poder reconocer tu ser entre millones de almas en un planeta sin límites, sin ley, y aún así, ninguna fue suficiente para olvidarte, tarde lo que tarde, siempre voy a encontrarte, porque mi aura está conectada a la tuya, y ama, como vibran juntas.

    Sabrás de mí siempre, y espero, poder saber de ti. Sé que estás molesto, decepcionado, tal vez, un poco nublado por la rabia y el desgarramiento que sientes en este momento. Pero, no me rendiré jamás, ni te dejaré ir tan fácil, comenzamos de lo imposible, así que, resurgiremos de lo impredecible.

Te amo.

Firma: Charlotte Williams.

Inglaterra, Londres — 1945".

Cartas a un cadáver.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora