Escribe sobre mí
"Un ratito no más va a doler" solía decir mi mamá mientras me secaba las lágrimas cuando me raspaba las rodillas. Y a esa edad una tiende a creer todas las cosas que su mamá le dice, en especial cuando creemos que va a poder cuidarnos de todo. Y suele ser verdad, la mayoría de las veces. Aunque hay algunos dolores que son duraderos, largos como las noches de invierno o como la ultima hora antes de irte de un lugar del que has esperado escapar. Y de repente te preguntas "¿cuánto más va a durar?". Pero eso no lo sabía, porque si todos fuéramos psíquicos, nadie se arriesgaría por miedo a perder. Así que agarré a la valentía de la mano y di el salto a lo desconocido, a todo aquello que me aterraba; sin saber como iba a terminar. Porque a los dieciséis, el miedo es irrelevante y el dolor corto.
La vida deja marcas. Las deja en la forma de una caricia, de una canción, de una calle que nunca más podrás volver a transitar, de una persona. Y por más que se intente, nunca se es la misma después de que se van. Se cree que esas marcas serán permanentes, pero no de la manera que se espera; porque como todo en la vida, se transforman. Se transforman para poder seguir acompañándote el resto de tu vida.
Una nunca se imagina que tan ridícula puede ser una cosa hasta que le sucede. No la espera, no la busca, e incluso puede no quererlo y en el momento más inesperado, llega. Qué tanto se desea algo hasta que estamos al borde de perderlo. O que tanto podemos destruirnos a nosotros mismos con tal de reparar a la persona que queremos.
Sabía poco y nada sobre el amor. Lo que había aprendido lo sabía de pasar largas noches viendo patéticas películas románticas que mostraban el amor de una forma en la que ni un niño creería que fuera. Leí un centenar de libros sobre el mismo tema y un centenar más de poemas; y ninguno había dejado en claro lo que en realidad se sentía. Ese ardor en el pecho que no te dejaba ni respirar y como cuando esa persona se acercaba te sentías la más feliz del mundo. Como era hasta enfermizo querer tanto a alguien. Que tantas ganas tenías de rodearle con tus brazos y pasar largas noches en vela juntas. Había comenzado a escribir, inventando y maquinando historias en mi cabeza, intentando asemejarme a los fabulosos escritos que ellas habían creado. Pero nada nunca me habría preparado para lo que en verdad se sentía.
Todo eso de la cercanía y que sentías que algo se te quemaba era mencionado. Aunque no lo había sentido en realidad todavía, sabía que existía. No podía ser inventado, algo tan mágico como el amor no podía ser solo una fabricación. Pero nadie nunca me dijo qué se sentía cuando el amor no era correspondido. Aprendí a golpe y porrazo que no todo se daba como quería y que la mayor parte del tiempo el fracaso te hace sentir como si fueras a desfallecer. Soy una firme creyente en que todo pasa por algo. Pero constantemente me veía indecisa entre "si está destinado a ser se dará" y "si lo querés, corre a buscarlo". Pero ¿cómo iba yo a perseguir algo si el plan era que la paciencia premiaba? De pequeña era caprichosa y ahora, a mis 16 años, puedo decirles que no cambié ni un poquito. Todo lo que quería lo tenía. Era la típica niña de papá, consentida a la que nunca le faltó nada. Lo único que siempre fui enseñada era que no se podían comprar el amor ni felicidad. Eso y los amigos. Tenía amigas y estimaba que era feliz. Gozaba del amor de mi familia y amigos. Pero algo me faltaba.
Puedo asegurarles que sé que están pensando justo en este momento: "a esta se le zafó un tornillo." No del todo, pero sí. Seguro no entienden nada de toda la perorata de la que hablé hasta ahora. Pero si llegaron hasta aquí es porque su interés se despertó.
Algo me faltaba. Y se preguntarán, teniendo todo lo que siempre ha querido y más, ¿qué podría faltarle a esta pretenciosa? La respuesta a eso era algo que no se podía comprar ni intercambiar ni nada. ¿Nunca sintieron ese vacío en el pecho que no les deja estar en paz? Sentía ese vacío constante y era algo que me molestaba en lo más profundo. E imaginé que ese vacío se llenó al verla. Tal vez no fue sano ni mucho menos sensato, pero no me caracterizaba por ser sensata. Y presiento que haberla conocido, no importa qué tan raras hayan sido las circunstancias o cuantas cosas pasaron y se atravesaron en el camino, era porque estaba destinado a que me enseñase lo linda que era la vida.
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Escribe sobre mí
Teen FictionCuando Everleigh conoce a Sterling, todo lo que creía conocer del amor se materializa. Pero entre amores, desamores y enredos, Everleigh aprende un montón sobre la vida, la amistad y el amor.