V: La llamada

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No había logrado parar de llorar un buen rato. No lloraba de tristeza, ni de impotencia como lo había estado haciendo tanto últimamente. Lloraba porque me sentía completa. Y era el sentimiento más abrumadoramente hermoso que había tenido en mucho tiempo. Me sentía amada, me sentía comprendida y finalmente estaba volviendo a encontrar ese alivio que tenía cuando pensaba en Dios.

Por primera vez en mucho tiempo, tuve una buena mañana. Y sé que va a sonar a cliché, pero me sentía como una persona completamente nueva, renovada. Me había dado cuenta de que Sterling había llorado también durante la adoración y me sentí tan cercana a ella.

Habíamos empezado con el Via Crucis anoche. Me tomó un tiempo recuperarme pero al final lo logré. Durante el desierto de esa mañana me sentí en paz, me detuve a respirar ruidosamente el aire puro, mis manos sobre el césped y mis ojos en ese tibio sol de marzo que te calentaba hasta los huesos. No recuerdo a vivo detalle qué decía el desierto, pero si recuerdo que decía que el corazón era como una puerta y la única forma de entrar era abriéndola desde adentro. No recordaba cuántas veces me había endurecido por no querer dejar abierta la puerta de mi corazón ni cuantas veces negué a Dios la entrada cuando sólo quería ayudarme a curar las heridas desde dentro, ayudarme a sanar.
También recuerdo que decía que Dios tenía tres posibles respuestas a tus plegarias: si, todavía no y tengo pensado algo mejor para ti. Y este en especial me habló a un nivel espiritual que hizo que algo dentro de mí se sacudiera e hiciera clic. Recordaba la mar de veces en las que me preguntaba "¿por qué yo?" "¿Por qué yo no?" "¿Cuando me tocaría a mí?" y una infinidad de preguntas que solo me hacían cuestionarme si Dios en serio estaba escuchándome. Y con eso entendí que aunque yo lo quería con todas mis fuerzas, Dios sabe mejor que yo lo que necesito y puede que lo que yo haya deseado desde lo más profundo de mi corazón no sea lo mejor para mí.

Me dieron una cruz de papel con la consigna: escribir los pesos de la cruz que cargo día a día. No me había dado cuenta lo liberador que era hasta que lo hice. Hablé de mis discusiones con mis padres, con mis hermanos, como no me sentía cómoda conmigo misma, como mis padres no me aceptaban completamente y antes de darme cuenta mi cruz estaba garabateada de ambos lados. Escribir siempre había sido terapéutico para mí. Poner en palabras lo que no podía decir en voz alta. Siempre había escrito sobre cualquier cosa excepto lo que me estaba pasando. Me estaba quemando viva por dentro pero aún así no podía encontrar el valor para hablarlo. Hasta que conocí a Sterling y todo por lo que había vivido de repente necesitaba ser dicho; necesitaba ser puesto en palabras para que si hubiera personas ahí afuera que sufrieran lo mismo que yo entendiesen que no estaban solos, que había alguien que había pasado por lo mismo y estaba dispuesta a hablar del tema.
Hablar de los sentimientos era difícil. Y me había dado cuenta que fingir ser alguien más, meterte en su cabeza e inventarle toda una vida de sentimientos y emociones era mucho más fácil de hacer que hablar sobre lo que se ha vivido en carne propia. Me sentía demasiado avergonzada de mí misma y de mis sentimientos, tanto que sentía que no valía la pena decirlo porque a nadie le parecería importante. Pero para mí lo eran. Cada emoción que estaba sintiendo era válida. No necesitaba la confirmación de nadie más que la mía. El sentimiento era cada vez más fuerte y estaba feliz de finalmente darme cuenta lo sanador que era. Porque no era hasta que te ponías a plasmar tus sentimientos de alguna forma que te dabas cuenta de cuantas cicatrices había en tu corazón. Y mi corazón tenía demasiadas. Puede que no haya estado enfrentada a la muerte cara a cara o mis padres siguen juntos, pero eso no significaba que mi dolor era menos válido que el de los otros. Para mí eso de que "hay gente que la tiene peor" no me sirve ni me moviliza. Cada uno libra sus propias batallas y sobrelleva el dolor como mejor sabe, cada persona es diferente y cada una tiene una manera diferente de hacer frente a lo que sea que le esté molestando. Y eso no lo hacía menos.

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