XIV: El fin

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El último día de junio me vio con los mejores ánimos. Como todos los años, era el acto del día de la virgen y se cantaba una canción tradicional para las alumnas de ultimo año. Habíamos pasado semanas organizándolo para que saliera hermoso y ensayado la canción hasta el cansancio. Todo parecía ir viento en popa. Y la mejor parte, Sterling y Claire irían. Sería la primera vez que Sterling me veía haciendo algo que yo amaba y me ponía muy contenta. Las más pequeñas del coro estaban contentísimas de verla porque, como casi todo el mundo, habían leído lo que escribí sobre ella y querían conocerla.

Les rogué a mis compañeras que me dejaran ser la que recibiera a la gente para poder verla y decirle a donde sentarse. Y cuando la vi, mi cara se iluminó como árbol de navidad. La abracé fuerte y ella respondió al abrazo con la misma fuerza. Le agradecí por haber venido. Detrás de ella entraron mis padres y yo casi me caigo de culo. Si bien Sterling no había vuelto a aparecer en mi casa luego de la ultima vez, tenía miedo de que mis padres estén en el mismo habitáculo que ella y todo lo que pueda llegar a pasar.

La función salió tal como yo esperaba. Y lloré como nunca, con Vay y Sloane a mi lado. Sabiendo que Sterling estaba ahí, que mis padres estaban ahí y mi abuela también lo estaba, sentí como todo encajaba de nuevo. Me sentí tan querida y rodeada de magia que fue casi imposible quitarme la sonrisa por un tiempo.

—Tu madre no me reconoció. —Sterling me cuenta cuando estábamos paradas en el patio principal esperando a que se desocupe y poder tomarnos una foto.

—¿Habló contigo? —sentí nauseas de repente de que haya podido decirle algo.

—No, me pidió permiso y me sonrió. Fue muy cordial.

Nos tomamos una foto en el patio principal, como dictaban las tradiciones en mi instituto. Y guardaría esas fotos el resto de mi vida. Bethany me bloqueó en redes sociales ese mismo día y yo agradecí que ahora si iba a tener paz.

Sterling me contó que la habían llamado para jugar en un equipo de futbol y me puse la mar de contenta porque sabía que era algo que ella amaba. Mientras ella organizaba todo eso, yo me preparaba para mi viaje de fin de curso. Y en el medio había empezado a hablar con alguien nuevo pero se sentía diferente. Me aterraba que no vuelva a sentir las mariposas que sentía cuando pensaba en Sterling o como esperaba a ver sus mensajes en las noches. Como sentía el corazón en el estómago y todo me daba vueltas. O como cuando me decía algo lindo el corazón me saltaba en el pecho. Fue todo vertiginoso y extremista como la primera vez en una montaña rusa. Pero la adrenalina de haberlo hecho valía la pena. Y me aterraba que esa haya sido mi experiencia más cercana al amor y que ni siquiera haya sido mía. Por lo menos no del todo. Me aterraba que no vaya a tener en mi vida alguien más que me vea de la misma forma y a quien yo quiera tanto. Tenía miedo de no poder querer a alguien como quise a Sterling. Y sabía que probablemente no iba a ser así. Pero estuve tanto tiempo con la mente nublada por Sterling que veía todo con ella en mente, todo giraba en torno a ella. Hacía todo por y para ella. Y ahora que, probablemente, nuestra relación solo se reduzca a conocidas todo parecía muy triste.

Beth volvió a la vida de Sterling y Sterling volvió a hacer caso omiso de mi existencia. Y teniendo en cuenta como había terminado todo la última vez, me mordí la lengua aunque quisiera decir más cosas. Lo que había intentado, de salir con alguien, no había funcionado y ahora estaba de vuelta a donde me encontraba al principio: sola y extrañando a Sterling.

Viajamos al sur en agosto. Y aunque quise evitarlo, veía fantasmas en todos lados. Creí haber visto a Sterling dos veces. Alex y Leila habían viajado con nosotras. Me mantuve en contacto con Sterling durante el viaje. Y había conocido a alguien. Y esa vez si sentí la esperanza de que algo luego de Sterling tenía futuro. No esperaba matrimonio y tres hijos. Pero volvieron las mariposas y el vértigo ante la idea de poder ver a alguien.

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