VIII: El conocerla

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Últimamente me pasaba horas pensando en qué estaría haciendo en estos momentos si Sterling no hubiera aparecido en mi vida. No voy a dar todo ese discurso de que no tendría una vida o que sería aburrida y todo eso. La verdad es que si, soy una persona sensible pero no de esas que todo el tiempo esta en la letanía de su amor perdido y esas cosas. La verdad era que podía imaginarme una vida sin Sterling, pero lo cierto era que no quería hacerlo. La quería ahí en cada momento y quería estar para ella así como ella estuvo para mi. Podría imaginarme a Sterling Acker fuera de mi vida, no sería nada nuevo. Había vivido quince años sin conocer su existencia y podría seguir sin ningún problema sin ella. Pero ciertamente mi vida se había vuelto más emocionante desde que ella había irrumpido. Y había aparecido en mi vida de la forma más bizarra y extraña imaginable. Y es que cuando conocías a alguien como Sterling, en lo último que puedes pensar es en dejarla ir. Empezaba a pensar que tendría una vida tranquila, hasta que apareció ella y dio vuelta todo de una manera irreparable. Y todo para bien.

La había visto ayer, unos minutos, mientras mis amigas jugaban algún partido y ella se concentraba en acomodar unos papeles sobre algunos partidos. Mis padres estaban de viaje y yo estaba quedándome con mi abuela. Mis padres, una vez al año desde que tengo 10, se van de viaje debido al trabajo de mi madre. Es médica y tiene cursos por todos lados del mundo. Era una mujer admirable y todo lo que yo era se debía a ella y a mi padre. A mi abuela no le molestaba dejarme salir, siempre y cuando le comunicase en donde estaba. Y si salía con Sloane ella no tenía problema alguno. Sloane era parte de la familia. Todos le adoran: tíos, primos, padres, mi abuela.
Aunque esta vez le dije una sola mentirita blanca: que saldría con ella, pero no era así. Val me acompañó hasta el instituto salesiano donde mis amigas jugarían. En la esquina, había un gran mural y Sterling estaba frente a él observándolo. Llegué junto a ella y rodeé sus pequeños hombros con mis brazos. Giró la cabeza para saber quién era y cuando me vio, apretó mis antebrazos firmemente. Sonreí con labios cerrados. Podía sentir las sonrisitas tontas que Val nos estaba lanzando. Y yo me sentía como en casa al tenerla tan cerca.

—Grabé un video.— la dejo ir y ella se da vuelta a mirarme. Frunzo el ceño sin entender de qué estaba hablando. Miro el gran mural de Don Bosco, el cual ella estaba parada en frente.

—¿Un video de qué?— pregunto confundida. Val se mantiene a distancia, sin querer interrumpir nuestra charla. Me abrazo a mi misma y le miro.

—Pronto lo sabrás.— ruedo mis ojos a su intento de querer hacerse la misteriosa. Sus ojos se volvieron pequeños cuando me dedicó una sonrisa. Y les juro que se me hacía imposible mirarle y no sentir que el corazón me explotaba de amor. Eso sonó impresionantemente, ¿cómo decirlo? Maricón. Si, esa era la palabra. Pero no podía evitar expresarme de esa manera cuando la estaba mirando. Es que si vosotros le vierais, entenderíais a qué me refiero.

—¿Juegas?— le pregunto. Ella me mira mientras le enciende el cigarrillo a Val. Me asiente y toma el canguro que tenía entre mis brazos y se lo echa sobre los hombros. Val me lo había prestado cuando fui a buscarla de su casa porque yo había decidido salir desabrigada y no es que justo ese día de noviembre hiciera calor exactamente. Entramos al lugar y nos sentamos en las gradas de madera. Las gradas eran demasiado inestables y temblaban cuando alguien las bajaba o subía. Parecía que en cualquier momento se derrumbarían a pedazos. Es por eso que yo solo me asentaba en ellas, si se caían yo solo me alejaba y saldría ilesa. Stella y Felicity se unieron a nosotras en las gradas. Aun llevaban puesto el uniforme azul del instituto. Felicity le echaba miraditas a Sterling y no sabría decirles si eran de odio o solo desprecio. No se llevan para nada bien, pero hacen el intento. Aunque sea por mí.

—Estoy tan enamorada de Mark Green.— comento en voz alta y me llevo las miradas de las tres, Val había desaparecido vaya uno a saber donde. Siento mis mejillas arder al sentirme tan observada. Cuando le había comentado a Sterling que me ponía roja por literalmente todo no estaba mintiendo. Mark era el hermano de un amigo mío y era tan lindo que me daban ganas de volverme hetero cuando le veía. Sterling miró a sus espaldas hacia donde él estaba.

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