VII: El sábado

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Luego del pequeño encuentro entre Sterling y Amanda, la rubia tuvo la suerte de tener que jugar contra ella. La rabia pudo más que ella y no dio lo mejor de si en el partido. Aunque igual nos ganaron con un número que es muy vergonzoso de mencionar. Sterling, Sloane y yo salimos del instituto para caminar a otro donde también tenían que jugar, pero esta vez al handball. Me gustaba el handball, lo entendía más que al futbol. Disfrutaba desgargantarme gritando los goles de mis amigas. Sterling estuvo todo el camino bromeando, aunque seguía enfurecida con Sloane y cada tanto quería asesinarla por haber arrojado su botella llena de vino. Sterling era la única que podría estar bebiendo vino usando su uniforme dentro de otra institución. Obviamente, Sterling había desaparecido en el momento que Sloane y yo habíamos puesto un pie en el establecimiento. De eso ya hacía un poco más de una semana. Nuestra comunicación durante esa semana había sido nula. Y la había visto una sola vez en la que parecía que iba a asesinar a alguien. No me atreví a preguntarle que iba con ella así que solo le saludé y dejé que hiciera lo que tuviera que hacer.

Mis amigas y yo habíamos decidido ir a ver el casting de coreografías que iban a presentarse en la semana de mi colegio para la noche de coreografías del segundo día. Las coreografías con diferentes temáticas se eligen mediante una audición. Mis amigas y yo éramos fanáticas de este tipo de cosas, así que, ¿qué mejor que ver la audición y a comer un sábado en la tarde? En realidad me estaba haciendo falta la distracción y agradecía al mundo el momento en que decidieron dejarme a mis amigas. Ellas no hacían preguntas, solo sabían que necesitaba distraerme y lo hacían.

—Hay algunas que me dieron vergüenza de solo verlas. Del baile, ni hablemos. — Libby dice, dando un resoplido para dar énfasis a su comentario. Libby Buckburn y yo hemos sido amigas desde los seis años. Nos conocemos tan bien que sabemos que le molesta a la una y a la otra. No somos mejores amigas, pero si de un círculo cercano. Libby no tenía ni un poco de compasión cuando se trataba de dar su opinión sobre algo que no era de su agrado. Era brutalmente honesta. Y era algo que teníamos en común. Aunque yo tenía más tacto que Libby, la sutileza no era nuestra fuerte

—A veces agradezco tenerlas de amigas y no de enemigas.—Peggy comenta caminando junto a Leslie y todas reímos. Su vista estaba en sus pies mientras seguía sus pasos con la mirada. A veces pensaba en lo mismo. Si yo no fuera amiga suya, probablemente sería el ojo de las burlas y críticas.

—Somos lo mejor que hay en la ciudad, ¿quién no querría estar con nosotras?—Phoenix bromea y yo miro su alargada anatomía de metro setenta y tanto de estatura dando saltitos por la acera. Phoenix era algo especial, ella no sabía lo que era la vergüenza. No le importaba tampoco. Se tomaba fotos increíblemente bochornosas que eran demasiado buenas para no compartirlas. Podría decirse que Phoenix Paulson era algo así como una celebridad de las redes sociales. Y agradecía todo el tiempo que se haya metido en mi vida para alegrarla aunque sea por unos minutos.

—Si sigues dando esos saltitos voy asegurarme de que mi pie se meta en tu camino, caigas y pases el momento más embarazoso de toda tu vida.— Leslie mira a Phoenix con cara de pocos amigos. Yo solo sonrío ante la mirada de exagerada ofensa que Phoe le estaba dando. Estaba esperando esa entrometida porque seguro terminaríamos todas pasando vergüenza. Era algo a lo que te acostumbrabas con el tiempo.

—A veces pienso que a Sloane le damos vergüenza.—Libby dice en un tono triste y baja la mirada, aunque se que es todo un show. Intenta parecer angustiada, aunque sea un poco, pero las comisuras de sus labios temblaban al intentar no reírse de la situación. Sloane probablemente ni siquiera sabía que estábamos juntas ahora porque ella no leía el grupo e WhatsApp que teníamos. A Sloane había que informarle las cosas particularmente.

—Yo me avergüenzo de todas y sigo aquí.— bromeo y solo recibo una colleja por parte de Phoenix. Me ahogo con mi propia saliva, sorprendida por el golpe y me río por lo bajo. Le devuelvo el golpe en el estómago porque no llegaba a golpearle en la cabeza.

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