El último día en el retiro fue triste. No quería volver a casa y que ese sentimiento que crecía en mi interior se esfumase. Fue una combustión lenta, que tardó días en formarse y no estaba lista para volver al mundo real y que todo lo que había logrado se estrellara contra el suelo. Pero como todo en la vida, llegó a su fin. Y ahora me tocaba a mí salir al mundo y encender una pequeña llama de esperanza en el mundo con el fuego que sentía dentro. Hice amigos que conservaría para siempre, experiencias que marcaron un antes y un después en mi vida. Nunca olvidaría lo que viví esos cinco días. Tuve que entregar la cruz en la que anoté todo lo que me pesaba, y esa noche me entregaron la cruz de otra persona. Recé mucho por ella y por todo lo que estaba pasando en su vida. Ella más que nadie necesitaba un poco de luz, un poco de amor. Y aunque hice mi mejor intento por encontrarle, con ayuda de Sterling, jamás le encontré. Y hasta el día de la fecha la tengo en mis oraciones todos los días y tengo la esperanza en mi corazón que sus problemas hayan encontrado solución.
Vay me había convencido de salir a una fiesta. Alex había hecho lo imposible por ir, pero no lo consiguió. Le extrañaba a ella y a sus locuras. Y creo que no hacía falta aclarar que Sterling estaría ahí y eso había sido como un plus para que me dieran más ganas de ir. Me miraba en mi espejo y no creía lo que veía. Me gustaba el reflejo que me miraba, me sentía cómoda mirándome al espejo. Me sentía bonita, me veía bonita. Y eso nunca me había pasado. Mi maquillaje era natural, no como usualmente lo hacía. Una compañera del instituto nos llevaría a Vay y a mi. Leila iría con su nueva pareja, a la que yo había tenido la oportunidad de conocer el año pasado por medio de Sterling y me enteré que habían salido. Todavía no entendía como funcionaba el círculo de lesbianas de mi ciudad, pero estaba segura de no querer meterme. Era muy pequeño, todas se conocían y era algo incómodo. Y sinceramente, no era mi tipo de ambiente.
Miraba la blusa rosa que traía puesta mientras acomodaba mi pelo recientemente encrespado.
Papá me llevó a casa de Mia. Me depositó allí y en cuanto entré en el departamento encontré a Phoenix y Vay sentadas en el comedor junto a una compañera. Las saludé a ambas.—Te ves muy bien.—me elogia Mia, haciéndome sonrojar hasta las orejas, cosa que no se nota por la gruesa capa de maquillaje que llevaba. Aún con mi nuevo descubrimiento de sentirme bonita, era un poco extraño recibir halagos.
—Muero de hambre.— exclama Phoenix y su larga anatomía se desparrama en la silla. La miro divertida y veo las puntas de sus pies asomarse del otro lado de la mesa.—Yo digo que comamos unas empanadas.
Estuvimos todas de acuerdo. En la esquina del edificio donde vivía Mia había un lugar donde las vendían. Fuimos hasta allí y esperamos a que nos las entregasen. Mientras tanto, yo no podía evitar pensar en Sterling y lo que podría pasar esta noche. La última vez que estuvimos en una fiesta juntas casi le beso y me arrepentía tanto de no haberlo hecho. Era como una fuerza superior que se confabulaba a no dejarme hacer las cosas aun cuando yo quería hacerlas. Dios, si esto es obra tuya, más te vale que dejes de hacerme sufrir.
Tan sumida en mis pensamientos estaba, que no me di cuenta que Mia ya tenía en sus manos la caja con la comida. Caminamos de vuelta al departamento y comimos rápidamente.—No puedo tener el estómago vacío si voy a beber.—Phoenix se encoge de hombros y le da una mordida a su empanada de pollo. Sonrío.
La última vez que había estado en este lugar, había sido casi un año atrás. Y Sterling estaba con Sasha Allen. Los recuerdos de esa noche me golpearon y solo pude analizar lo mucho que había cambiado desde ese momento hasta ahora. La cantidad de cosas que habían pasado. En ese entonces, ni se me hubiera cruzado por la cabeza decirle a Sterling como me sentía. Pero ahora me aferraba a mis sentimientos porque eran lo más mío que tenía. Entré por el familiar pasillo con una confianza recientemente descubierta, como si el lugar fuera mío y la gente tuviera que abrirse a mi paso. Paso mis dedos por mi cabello y analizo el lugar. Estaba exactamente igual que en ese entonces. Recordé a Vay y yo sentadas en la mitad de la cancha y yo despotricando contra Sterling. Recordé la emoción que sentí al ser una de las primeras veces que la veía y como mis amigas estaban igual de emocionadas por conocerle. Una sonrisa nostálgica se deslizó en mis labios.
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Escribe sobre mí
Teen FictionCuando Everleigh conoce a Sterling, todo lo que creía conocer del amor se materializa. Pero entre amores, desamores y enredos, Everleigh aprende un montón sobre la vida, la amistad y el amor.