Epílogo: El arte de dejarte ir

38 1 4
                                    

Han pasado cinco años. Y eso que dicen que el tiempo cura todas las heridas era cierto. Creía que mi vida empezaba y acababa con aquel invierno de 2015 en el que, contra toda fe que tenía mi vida cambió. Pero ahora tenía 22 años y el mundo era completamente diferente a lo que creía cuando era una adolescente. Nada era solo blanco o solo negro. La vida estaba llena de grises y matices que no conocía. Lleno de colores en el medio que solo años de rondar el mundo me dejarían conocer. Y a los diecisiete, todo parecía el fin del mundo y era solo ahora que podía darme cuenta de que nada era tan drástico. Ahora entendía que no importa que tan rota te sientas, nadie se muere de amor. Una se levanta un día y sigue, porque es lo único que se podía hacer. Y ruegas que sea suficiente para mantenerte parada hasta que puedas recomponerte de nuevo.

Me conocí más en los últimos años de lo que creía a los diecisiete. Porque como una egocéntrica niña creí que tenía todas las respuestas. Pero ahora notaba lo ridícula que había sido al creer que era invencible. Ahora creía que sabía menos que antes. Gané y perdí amistades, lo cual es un proceso doloroso y traumático en si. Empecé la universidad y luego otra carrera. Salí del closet como bisexual, lo cual creí imposible en mi adolescencia. Empecé y terminé una relación, lo cual parecía tan lejano cuando conocí a Sterling. Pero ahora me daba cuenta que lo que le había dado a Sterling era mío, no de ella. Le presté mi corazón esos años, sin saber como terminaría o en qué condiciones me lo devolvería. Sin saber si lo cuidaría como merecía. Pero al final del día, era mi corazón y lo recuperé. Y en el momento que yo quisiese, podía tenerlo alguien más. Aun hay cosas que necesito asimilar, pero no me arrepiento de ninguna decisión que tomé en su momento. A veces miro hacia atrás y me pregunto si haría algo distinto. Tal vez, no lo sé. Las respuestas que tuve en su momento eran lo único que yo de esa edad conocía y se defendió de la única forma que conocía. Con los años, una gana experiencia y entiende que las cosas tienen un curso. Y la pobre niña que no creía en el destino se comía sus palabras al saber que el destino había tenido todo el plan ideado desde un principio.

Me mantuve en contacto con Sterling a través de los años, pero nunca volvimos a ser las mismas. Y yo estaba bien con eso. Si la extrañaba, pero ya no era algo que me quitara el sueño. Estaba agradecida por los años que habíamos compartido y las cosas que me había enseñado. Y me costó mucho tiempo, pero tal vez ese siempre fue su papel en mi vida. Porque había una Everleigh antes de Sterling y una Everleigh después de Sterling. Y eran dos personas completamente diferentes. La primera había creado una imagen personal basada en como Sterling la miraba que llevó como un trofeo por años pero en el momento en que Sterling ya no la miraba, no supo que más hacer. La segunda se construyó de a poco, con mucho amor propio y usando como cimiento las palabras que algún día escuchó, pero sabiendo que la mirada de Sterling no era lo más valioso de ella. Y ahora entendía que la persona que soy hoy fue completamente obra mía. Sterling tuvo un gran rol, haciéndome notar cosas en mi misma que no habría notado antes si no venían de la boca de alguien a quien quise tanto. Tenía que perder a Sterling para poder encontrarme, y fue la parte más dolorosa de todo el proceso.

Se dice que de las cosas más simples salen las mejores historias. Pero nada de esto había sido simple. Lo enredamos un montón de veces, y lo pusimos de cabeza unas cuantas veces más. Pero lo volvería a hacerr mil veces más si sabía que el resultado siempre sería el mismo, que el resultado sería este. Creía que no iba a poder dejarla ir, que tenerla de cualquier manera era mejor que no tenerla en absoluto. Pero si pude. Y al dejarla ir finalmente pude dejar ir ese resentimiento al que me aferraba sin saberlo. Y tal vez me pesasen los años que compartimos y por eso la extrañaba. A veces me preguntaba porque le habría nacido hablarme ese día, no me conocía de nada y aun así quiso seguir hablando conmigo. Pero sabía que, si venía de Dios, ni aunque quiera iba a poder librarme. Y tal vez este fue su plan para nosotras desde un principio. No lo sabría nunca.

Escribe sobre míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora