V: La nueva relación

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Los días siguientes a la fiesta habían pasado sin ningún tipo de acontecimiento más que nosotras regañando a Felicity por haber desaparecido de esa forma y habernos dado un susto de la puta madre. El hecho de que Pete haya mentido—aun estamos debatiendo si nos mintió o si en serio creía que eso había pasado—sobre el paradero de Felicity había hecho la situación mucho peor, asustándonos a todas hasta el borde de la locura, pensando en cómo se habría manejado ella para volver sola en un taxi tan tarde en la noche sin que nada le hubiera pasado. Y agradecía al cielo que hubiera estado sana y salva porque sino Pete se las hubiera agarrado conmigo por haberle dejado sola. Recordamos varios acontecimientos de la noche como cuando nos cruzamos a algunas chicas del último año y se preguntaron entre ellas que qué hacíamos allí mientras nosotras caminábamos entre ellas. Podría decirse que no habían estado muy felices de vernos ahí. Pero allá ellas. También podría agregarse a esto que mis amigas no eran muy queridas por las de último año. Había hablado con Sterling sobre como me había sentido fuera de lugar en esa fiesta. Y como casi me da un ataque de pánico y como me había tranquilizado haber estado aunque sea ese corto momento con ella. Sufría de ansiedad y podría darme un ataque de pánico si no estaba rodeada de gente que conociese. Y haber encontrado a Sterling me había transmitido una paz que parecía imposible. Tenía un efecto en mi que no sabía como explicar y eso me asustaba. Odiaba que tuviera ese efecto sobre mi y al mismo tiempo lo disfrutaba. Era algo voluble con respecto a mis sentimientos y todo lo que ellos representaban. Y aunque lo intentara no lograba cambiar eso. No me sentía cómoda sabiendo que alguien tenía tanto poder sobre mi.
Quería preguntarle sobre Sasha pero no se había dado la oportunidad además de sentir que no era mi lugar preguntarle por ello si ella no me lo había contado. Aunque se que de preguntarle ella me contaría sin ningún problema que es lo que había pasado. Sterling no era el tipo de chica que se guarda sus sentimientos. Y mucho menos conmigo. Teníamos ese tipo de confianza en donde cualquier cosa que nos molestase o necesitáramos contar, estábamos la una para la otra. Era viernes y estábamos en la última hora de clases antes de salir. La profesora de Biología enseñaba en el instituto al que Leila y Sterling asistían. Y tenía la costumbre de hacernos reír con sus ocurrencias. Mi curso era complicado—y con complicado me refiero a que teníamos un desempeño académico de lo más bajo— y se frustraba con nosotras la mayor parte de las clases por no entender lo que explicaba o por no prestar atención. No era que hiciéramos mucho en Biología pero no veía la hora de irme de allí. Y más solamente porque Sterling había dicho que vendría. Uno de los colegios de varones hacía una caravana para promocionar su semana y nosotras queríamos ir. Sterling y yo habíamos quedado en ir. Y mis amigas estaban más emocionadas que yo por verle. En especial Vay, ella parecía llevarse a la perfección con Sterling. Y Sterling parecía adorar a Vay, así que eso era un buen punto a favor para mi.
La campana sonó y agradecí al cielo que la tortura haya terminado. Y no me refería solo a Biología sino a todo el día de hoy en el instituto. Había estado hecha un manojo de nervios durante toda la mañana y se me había revuelto el estómago solo de pensar en que Sterling podría estar en la puerta. Me dirigí al baño para mirarme al espejo y verificar si me veía más o menos presentable. Estaba enferma, y no lograba dormir durante las noches porque me la pasaba tosiendo. Por eso había necesitado usar una buena base de corrector de ojeras para disimular los grandes surcos oscuros bajo mis ojos. Me acomodé el delantal azul que utilizábamos por uniforme y mi cabello corto. Había decidido volver a usarlo corto luego de volver del viaje y ver cuan dañado estaba. La mayor parte de mi vida había tenido el cabello corto por cuestiones de comodidad. Y no corto al estilo Sloane que tenía un corte pixie que solo a ella podría lucir. Mi pelo llegaba un poco más arriba de los hombros.
Me encontré junto a Sloane y Vay y juntas caminamos a la salida. Sloane llevaba la correa de su guitarra al hombro. Era primer viernes de mes y al asistir a un instituto católico para señoritas habíamos celebrado la misa. Yo era parte del coro de la iglesia desde que estaba en el colegio—y de eso ya son varios años— y cantaba desde que era una pequeña niña, y luego en la secundaria arrastré a Sloane conmigo. Aunque ella no cantaba ni para salvar su vida, y no porque lo hiciera mal—tenía una voz preciosa— lo suyo eran los instrumentos. No había cosa que Sloane se propusiese hacer y que no lo lograra. Era multifuncional. Sloane caminaba como si el lugar fuera suyo. Era el tipo de muchacha que llamaría la atención a cincuenta kilómetros de distancia sin siquiera intentarlo. Sloane era una rompecorazones y se lo puede decir por el gran número de "admiradoras" que tenía en el instituto. Se sentó en la escalinata de mármol blanco del instituto y agarró su guitarra y comenzó a tocar como acostumbrábamos hacer desde el primer año de secundaria.

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