VIII: El ex

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No había sido la mejor de mis ideas levantarme a las siete de la mañana un sábado. El reencuentro del retiro se llevaría a cabo hoy y sentía muchas ganas de ir. La parte de madrugar el fin de semana era la que me estaba reteniendo de tener un día excepcional. No era una persona matutina y el mal humor se apoderaba de mi cuerpo hasta pasadas las diez de la mañana. Si no he comido algo, es mejor que ni siquiera me mires. Tomé una ducha caliente para calentar un poco mi cuerpo. Mayo era un mes algo frío, ni de cerca tanto como Julio o Agosto pero el invierno ya se notaba en el frío aire de mayo de este lado del hemisferio. Apliqué un poco de maquillaje y un abrigo encima de la ropa. El maquillaje era una parte importante en mi vida. Casi tanto como escribir. Aunque nada era tan importante en mi vida como escribir.

Pensé en todo lo que había pasado en mi vida en las últimas semanas. El casi beso con Sterling, sus nuevas parejas —que en ningún modo tendrían que afectarme, pero lo hacían de todas formas—, la pelea con mi padre, mi madre mirando a Sterling como si fuera el diablo en persona. Cada una de estas cosas hacía querer darme de bruces contra una pared hasta quedar en la inconsciencia.

Hace un par de días, Sterling me había dicho que la nueva canción de Fifth Harmony le había recordado a mí. El corazón casi me explota de amor al saber que había pensado en mí al escuchar la letra. Pero una vez más, volvía a ser un enigma. La letra de 'Write on Me' era demasiado romántica en todos los sentidos y no entendía porqué le recordaba a mí si éramos solamente amigas. Por un momento, pensé que ella podría haber leído la infinidad de cosas que había escrito sobre ella. Porque no encontraba otra razón por la cual le recordara a mí.

La letra tenía algo de razón. Había tomado un papel y un bolígrafo y había escrito sobre ella. Le di vida a un personaje que intentaba asemejar lo mayor posible a su personalidad. Todas sus imperfecciones intenté capturarlas tan bien como las cosas que yo creía perfectas de ella. Y al escribir sobre lo que estaba pasando en mi vida, sentía como no había una goma de borrar. Eran recuerdos, vivos en mi memoria que intentaba de la mejor manera trasladar a las palabras pero no podía modificarlos. Era una vida en blanco y gris, hasta que Sterling había decidido irrumpir y llenarla con sus colores. Así que si, la canción podía recordarle a mí de alguna forma, pero me daba miedo preguntar el porqué.

Papá me dejó en el instituto y esperé en la fila para que me tacharan de la lista de asistentes.

—Everleigh Marie Raye d'Anvers.— le digo a la muchacha sentada frente a mí, que me mira como si le hubiera hablado en japonés. Mi nombre era bastante complicado.—Es Raye, con una e al final.—le doy una pista para que pudiera encontrar con mayor rapidez mi nombre en la lista. Ella asiente y al parecer lo encontró porque me dice que puedo pasar.

Sterling no vendría. Estaba jugando con su equipo y en la tarde jugaría con Vay y Sloane. Me habían preguntado si quería ir, pero yo les había dicho que no lo sabía. Aunque seguro terminaría yendo solo para ver a Sterling.
La mañana pasó tranquila con Vay a mi lado acompañándome. Le conté sobre la canción y no podía creer lo que leía. Al principio yo tampoco. Pero yo era una romántica empedernida y le veía una historia atrás a cada cosa que pasaba en mi vida. Para Sterling podría ser solo una canción pero a mis ojos era algo así como una declaración de amor. Era muy reservada con sus sentimientos hacia mí y me hubiera gustado que sea tan honesta conmigo como yo con ella.
Ya para el final del encuentro cuando Vay fue a cambiarse me encontré a Edward. Me estrujó en un abrazo tan hermoso que no quise irme nunca.

—¿Las cosas con tu mamá están algo mejor?—me pregunta y algo revolotea en mi pecho al saber que recordaba. Los ojos me escocen un poco y asiento. Aunque no había hablado con mi madre del tema por el simple hecho de lo que dijo mi padre sobre Sterling, si me sentía mejor. Ahora mi madre también miraba mal a la pequeña rubia.
Unos días después del incidente, se celebraba la misa por los 100 años del carisma salesiano en la ciudad. Sterling me había invitado y yo acepté ir. Cuando mamá le vio allí parada esperando por mí me dio una mirada de enojo tan dura capaz de convertir a cualquiera en piedra. Eso lo había heredado de ella. Luego de la misa, Sterling me acompañó a casa de mi abuela una vez más. Y mientras caminábamos y ella hablaba sobre cualquier tontería no podía entender que tenía que a mis padres les desagradaba tanto.

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