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Narrador Omnisciente
─ ¿Estás bien? ─ Preguntó Osvaldo al oido de Samantha.
La rubia parecía ida, solo miraba a la puerta de su departamento.
─ Samy ─ Susurró envolviendo sus brazos al rededor de la cintura de Samantha.
Automáticamente está lo abrazó con aferramiento, hundiendo su rostro en el pecho del hombre y soltandose a llorar.
Así pasaron unos minutos hasta que por fin Samantha se pudo calmar, Osvaldo entendía su frustración, así que había decidido quedarse con ella un tiempo.
Lo necesario para que el pudiera arreglar el apartamento que estaba justo en ese piso.
Y lo necesario para que ella pudiera sanar, estaba muy afectada y el no queria dejarla sola, no por el momento.
─ Gracias ─ Murmuró la rubia.
Ambos pasaron al departamento y comenzaron a desempacar las maletas que llevaban consigo.
Osvaldo puso a lavar las ropas sucias que habían quedado de su viaje a España y Samantha organizaba su clóset, juntó a las cosas de su novio.
Posiblemente terminarían pidiendo de cenar, ya que se encontraban lo suficientemente cansados, como para seguir haciendo demás acciones.
─ Me iré a bañar ─ Avisó Osvaldo entrando a la ducha del departamento.
Desde la habitación se escuchaba a Osvaldo cantar una singular cancion, que sin duda Samantha no conocía.
Así que decidió tomar el valor y empezó a despojarse de sus ropas.
Abrió con cuidado la puerta del baño y ahí vió de espaldas a Valdo.
─ Quiero estar así, contigo ─ Murmuró ella.
Abrazándose al torso del hombre, dejando que el agua de la ducha le mojara todo el cuerpo.
─ ¿Te sientes bien? ─ Preguntó Osvaldo, dandose una vuelta para poder ver con mas claridad a la rubia.
Samantha solo asintió, Osvaldo comenzó a enjuagar sus cabellos, a darle unos suaves masajes por todo su cuerpo, dejándola completamente limpia, para después bañarse el también.
─ Me siento como una niña ─ Dijo Samantha riendo.
─ No te acostumbres ─ La retó Osvaldo, envolviendo el diminuto cuerpo de Samantha en una toalla.
─ Gracias ─ Agradeció.
Osvaldo solo asintió y comenzó a cambiarse, después ayudo a Samantha a sacarse los cabellos, ya era una costumbre de ambos, que Osvaldo siempre secará sus cabellos.
( . . . )
El transcurso de sus días fueron comodos y sin problemas, en la última semana no habían jugado todos juntos.