Alexander Bianchi
—Papi. —Dice Atenea clavando sus grandes ojos azules en mi.
—¿Qué pasó princesa? —Respondo alzandola.
—¿Cómo conociste a mamá?
Yo sonrio extraño ante tal pregunta.
—Cuando tu mami y yo éramos adolescentes, éramos amigos. —Comienzo a explicar.
—Ajá. —Responde expectante.
—No éramos tan amigos —Me corrige, Rebecca, mi esposa, quién se nos acaba de unir.
—¿Y entonces? —Pregunta nuestra pequeña.
—Compartíamos grupo de amigos, y ambos nos mirábamos...—Dudo como explicarselo.
—De una forma muy bonita —Termina Rebecca por mi.
—¿Cómo es eso? —Pregunta confundida.
Atenea tiene seis añitos, a esta edad la curiosidad en los niños es muy alta, pero mi niña es un caso particular y yo la conozco, su curiosidad va al límite.
—Cuando dos personas se quieren mucho se miran de una forma diferente a los demás, Ate. —Le responde Rebecca sentándose en el sofá de nuestra sala.
—Ah...pero igual no lo entiendo. —Responde mi tierna niña cuando la bajo de mis brazos y siento junto a su madre.
—Cuando seas más grande y encuentres a la persona indicada vas a entender. —Explica mi esposa y me guiña.
—Pero papá dijo que no es bueno tener novios.
Exacto, no hasta los 30.
—¿Alexander, dijiste eso a la nena?
—¿Cuándo te dije eso princesa? —Digo haciendome el boludo.
—El otro día cuando te conté que tengo un amigo.
—¡Alexander!
—¿Qué tiene? Es mi nenita, no quiero que ningún pibe se le acerque. —Digo ofendido.
Los tres no reímos, hasta que noto que la expresión de mi esposa cambia completamente.
—¿Pasó algo, amor?
—El bebé me pateó. —Dice alivianando el ceño y volviendo a su característica sonrisa.
—¿Cómo se va a llamar mi hermanito, pa?
—Todavía no tenemos nombre, cielo.
—¿Pero va a ser un nombre raro como el mío? —Pregunta Atenea.
—Tu nombre no es raro hija —Respondo extrañado.
—Si es raro, o eso me dicen mis compañeros en el colegio.
—Tu nombre viene de la mitología griega. —Le explica su mamá, acariciando su cabello.
—¿Mito...qué griega? ¿Qué es eso, mamá?
—Hace muchísimo tiempo atrás, existió un imperio, el Imperio Romano hija y ellos tenían dioses a quienes adoraban.
—Así como el dios del que la abuela habla mucho. —Responde Ate con una sonrisa.
—Si, pero estos eran varios. —Explica Rebecca.
—¿Y qué tiene el dios que lleva mi nombre?
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A través del tiempo
RomanceAtenea Bianchi No, no me voy a enamorar. ¿Para qué lo haría? Ya me basta con mis hermanos y mis tareas de la secundaria, agregar otro dolor de cabeza no está en mi lista. Salir con mis primos, al bar que siempre íbamos. ¿Qué podía salir mal? Estaba...