Capítulo 22

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Querer cambiar un régimen gobernado por no sólo una persona no era fácil. Joder si no lo sabía. Pero ya estaba echo, tomar la decisión era el segundo paso, porque el primero lo hizo tiempo atrás.

Por un pasadizo secreto salieron del castillo. Miwa, Sakusa, Tobio y el vampiro espía de su padre.

Las órdenes que se le dieron al vampiro eran simples. Ocultar su presencia por toda su vida, recolectar información y ser los oídos del castillo.

Qué patético.

A Tobio le hervía la sangre, quería arrancarle la cabeza, como él arrancó su futuro con Shōyō. Porque si no fuera por ese ser miserable, ellos estarían felices en otra parte del mundo. Los dos junto a su bebé.

Cuando llegaron al final del pasadizo pasaron bajo una cascada que ocultaba la entrada de este. Sus capas se empaparon, pero no importaba.

La luna era ocultada por un par de nubes en el cielo, pero el camino era visible para sus ojos sobrenaturales. Lo primero que harían era proteger a todos los que podían. Claro que primero era a Shōyō y a su familia.

Acercarse a la casa pudo sentir enseguida la presencia de los licántropos. Los hermanos Miya se quedaron todo el tiempo alrededor de esa casa, sólo por precaución. No fueron ordenes de Tobio, ellos mismos fueron los que decidieron eso.

Ellos aparecieron enseguida al notarlos, cosa que los alertó que hubiera un vampiro no identificado. Que parecía temblar en medio de los tres, sin escapatoria alguna.

Los licántropos apenas miraron a Tobio y dirigieron su mirada a Miwa, enseguida entendieron qué era lo que sucedía. Se mantuvieron en silencio, esperando que Tobio hablara.

Cuando ellos llegaron a la tierra de la familia Kageyama, Tobio los llevó a un lugar apartado y les dijo que se fueran lo más pronto de ahí. Porque era una trampa de su padre. Él quería apoderarse de sus tierras y crear una guerra entre sus razas, lo cual no era nada bueno.

Pero ni Atsumu ni Osamu se marcharon.

En cambio estuvieron de acuerdo con el plan de Tobio y quisieron quedarse.

La manada de ellos no era débil, sabían defenderse. Tampoco es que los necesitaran demasiado, y estar al lado del planeador de todo daría algo de ventaja.

— Mañana en la mañana empezará. — murmuró el vampiro, casi inaudible. Miró a los licántropos y ellos asintieron — Hay que avisar a Kiyoko para que saque a Yachi y a Shōyō de aquí. Lo más lejos posible. También deberíamos alertar al pueblo humano.

Miwa se acercó a su hermano, palmeando su espalda.

— No te estreses, no estás solo. Vamos a hacerlo todo juntos, ¿bien?

Tobio apretó los dientes, tensando un poco la mandíbula.

Asintió un par de segundos después, soltando un pequeño suspiro.

— ¿Puedes hacerlo tú Atsumu? — miró al licántropo, que en vez de asentir, sacudió la cabeza en señal de negación.

— Es algo que debería hacer usted mismo.

¿Pero cómo acercarse a aquella casa?

El grito que Shōyō todavía rondaba su cabeza. Todavía dolía y parecía que desgarró su interior.

Tenía miedo de escuchar de nuevo a Shōyō rechazándolo. No podía acostumbrarse a algo así. Era doloroso. El vínculo no ayudaba en nada, sólo empeoraba cada emoción e inquietud que tenían.

Avanzó por los árboles, observando cada uno hasta llegar a la pradera.

Recuerda aquella noche donde se encontraron después de cuatro meses. Trató de mantenerse alejado, pero el vínculo dolía tanto y sabía que eso también afectaba de sobremanera a Shōyō, que siempre se mantenía un poco cerca, sólo para que el vínculo no empeoraba.

Rompecabezas | Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora