Capítulo 15

319 60 15
                                    

Tenía un mal presentimiento desde que vio los primeros rayos del sol entrando por su ventana por la mañana. Para nada cálidos y el cielo medio nublado, con las temperaturas bajas. Supo enseguida que no sería un día agradable.

No por el frío. A Shōyō le agradaba. Pero algo extraño pasaría, no podría explicarlo.

Suspiró sin separar los labios. Miró su reflejo distorsionado en el agua, observando las muy marcadas ojeras que ocupaban espacio debajo de sus ojos. El cansancio en su mirada. Lo pálido que estaban sus labios. «Desaliñado.» Pensó a sus adentros, tomando el cubo con agua con ambas manos desde la parte de abajo y se puso de pie. Sintió que las piernas le tiritaron por estar tanto tiempo hincado.

Un dolor llegó a su cabeza y un quejido se escapó de su garganta.

Yachi, que estaba rellenando su propia cubeta con agua, lo miró frunciendo ambas cejas.

— Ve a descansar Shō, no has dormido hoy.

Miró a su mamá con los párpados entrecerrados a causa del dolor.

— Y mira tu cara, estás pálido.

Shōyō soltó una suave risa.

— Estoy bien. Además, — se giró dando un paso — el aire libre me hará bien.

— Qué obstinado eres. ¡Dios! — ella farfulló viéndolo caminar hasta adentrarse al bosque.

Se apresuró a llenar el cubo con agua y estuvo por tomar un saco con tierra, que utilizaban para fertilizar las plantas, cuando alguien llegó a su lado, quitándoselo de las manos.

— Y tienes el descaro de decirle obstinado a nuestro hijo cuando tú no te quedas atrás. — dijo Kiyoko, echándose el saco al hombro — Ustedes dos...— murmuró, frunciendo su ceño — Que fue idea mía ir a ver el huerto.

Yachi empezó a caminar con el cubo en una mano, siendo seguida por la vampira.

— Queremos ayudar. — murmuró.

— Soy más eficiente sola la verdad.

Dio un salto cuando Yachi trató de patear su trasero, esquivando su pie. Kiyoko soltó un par de carcajadas, contagiando a su esposa. Aunque callaron al mirar al frente, observando la espalda de Shōyō por lo lejos.

La más baja apretó los labios.

— Apenas ríe. Ni siquiera lo he visto sonreír. — Yachi cortó el pequeño silencio creado entre las dos — Y él...— apretó los labios, frunciendo también su ceño — no ha venido.

Kiyoko miró al cielo, soltando un suspiro.

— Por más que no me guste él le hace bien a Shōyō de una u otra forma. Shō lo ama, no imagino la soledad que debe sentir.

Una amargura cruzó por ambas y se miraron, dejando de caminar.

— Que debió sentir todos esos años en esa casa. — la mirada de Yachi se oscureció — Y...esa- esa semana.

Al final de la oración su voz se cortó, mirando borroso por un momento y cuando sintió que su cabello era acariciado, supo que no era hora de desanimarse.

Odiaba ser tan sensible. Pero no podía hacerse la fuerte, al menos, no con todo lo que estaba ocurriendo.

Un ruido las hizo mirar en la dirección donde estaba Shōyō. Observando que estaba en el suelo, y Kiyoko fue rápido para estar a su lado.

Shōyō tropezó con una rama que sobresalía de la tierra. La mitad del agua cayó sobre él, empapando la única ropa limpia que tenía de invierno.

— ¿Estás bien? ¿Te heriste en alguna parte?

Rompecabezas | Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora