Capítulo 24

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Un suspiro involuntario escapó de sus labios apenas estuvo consciente. Tragó y dolió bastante, como si su propia saliva raspara cada pared de su garganta. Giró para quedar encima de su brazo derecho para poder sentarse.

Lo segundo que sintió fue un intenso dolor en su nuca y recordó qué fue lo que pasó.

Recorrió la habitación con sus ojos, poniéndose nervioso al no ver ningún rayo de sol entrar por ningún lado.

Se paró, tratando de ver en la oscuridad. Tropezó con un par de cosas que estaban por el suelo al avanzar, pudiendo ver unas cortinas que no dejaban entrar luz a la habitación y cuando las tomó para abrirlas, alguien lo detuvo.

Giró un poco se cabeza, pudiendo observar el resplandor dorado de los ojos de la persona. El rubio que lo golpeó y que lo ayudó a respirar.

— La luz es molesta.

Murmuró. Era la primera vez que hablaba. La vez anterior sólo guardó silencio detrás de Shōyō, mientras se aseguraba que volviera a respirar.

Apenas pudo distinguir sus movimientos, pero podía al menos seguir sus ojos, que brillaban en la oscuridad de la habitación.

Shōyō permaneció en aquella posición, tratando de no hiperventilar. A pesar de no haber tenido miedo hace un par de horas, ahora sí que tenía.

Estaba en un lugar desconocido. Con un demonio. En oscuridad.

— ¿Sabías que los demonios podemos endulzarte el oído? — murmuró, tomando algo de lo que parecía una estantería — Ese gato de mierda lo hizo, siempre se interesa por...— su mirada recorrió de arriba abajo a Shōyō, que se sintió incómodo — cosas así.

¿Se refería a humanos? ¿O a algo más?

Lo dijo en un tono que conocía. Ese tono siempre lo usaban los seres sobrenaturales que veían a los humanos como tan poca cosa, como si sólo fueran insectos insignificantes.

Escuchó un ronroneo cerca de su oído y pronto tuvo un peso en sus hombros, un gato de pelaje negro con ojos azules estaba encima suyo.

El gato movió su cola y la enrolló en el cuello de Shōyō, mirándolo fijo a los ojos.

— Volviste.

El gato saltó de su hombro al suelo y su silueta dejó de ser la de un gato, convirtiéndose en el demonio de ojos azules de antes.

— ¿Qué? — Shōyō se apresuró a decir, obteniendo la mirada de ambos demonios — ¿Qué es lo que me harán? ¿Por qué me trajeron aquí?

— Pensé que estabas mudo. — murmuró el de ojos azules, sonriendo ladino — Primero, no te haremos nada, no somos asesinos. Segundo, te traje porque me interesó bastante tu alma. Tú ya deberías estar muerto. Eso es muy interesante. — dijo sin apartar su mirada de la suya y no fue hasta que juntó sus palmas en un fuerte sonido, que Shōyō volvió a respirar — Tercero... ¿Había tercera pregunta?

— N-no.

— Ya veo. — miró al techo, ladeando la cabeza — Cierto, la presentación. ¿Deberíamos presentarnos? Los humanos son muy cuidadosos con las presentaciones.

Él se acercó a Shōyō y tomó las cortinas que estaban detrás de él, abriéndolas de par en par, dejando pasar la poca luz de fuera.

— Me llamo Tetsurō. Y como dijo la vampira, soy un demonio.

Habló cerca del oído de Shōyō, acercándose más y más a él, poniéndolo todavía más incómodo y nervioso.

— Bueno, somos. — se alejó, mirando a demonio de cabello largo — ¿No te vas a presentar?

Rompecabezas | Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora