Capítulo 12

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La oscuridad misma era lo único que veía cuando abrió los ojos a medianoche. No se movió por un momento, con el corazón apretado. Le dieron ganas de llorar cuando movió un brazo a su lado, aunque sabía de antemano que él ya no estaba, tenía la pequeña esperanza.

Una diminuta esperanza que se apagaba poco a poco con el tiempo.

Shōyō se destapó cuando sus ojos empezaron a acostumbrarse a la oscuridad y, tomando una manta, salió de la habitación. La madera crujió con cada paso que daba y se sujetó de la barandilla de la escalera para bajar.

Con cuidado para no caer.

Sus pasos fueron pesados hasta llegar a la primera planta, observando con dificultad alguna vela para encenderla.

Luego, con una vela encendida en medio de una mesita que fabricó él mismo, miró al reloj a un lado de la puerta.

Tic, tac, tic, tac.

El corazón se le hizo más que pesado con cada segundo que pasaba.

Con la manta se envolvió, sentándose frente a la mesita, observando con los párpados caídos la llama que se mecía por el viento que entraba por debajo de la puerta.

Shōyō tarareó sin separar los labios, tratando de acallar sus emociones. Porque sabía que, si ese dolor se intensificaba más, Tobio lo notaría también.

Aunque también sabía muy bien que a Tobio no le importaría demasiado.

Una lágrima se deslizó sin previo aviso de su ojo derecho, rodando por su mejilla hasta su barbilla. Shōyō parpadeó mientras su rostro se deformaba mientras más lágrimas empezaban a caer con fuerza.

Era solitario.

Despertar a medianoche y darse cuenta de que la persona que amas se va para estar con alguien más. Al día siguiente regresando como si nada. Pero Shōyō nunca lo recrimina porque no se siente con derecho a hacerlo.

Porque él no era nada más que su alma gemela.

Nada más que eso.

Shōyō cerró los párpados, imaginando despertar por las noches con Tobio. Él sonriéndole con aquella dulce sonrisa. Él abrazándolo como en ocasiones hacía. Él ahí, a su lado.

Pero lo único que podía hacer era imaginar porque eso jamás pasaría.

Shōyō lo sabía mejor que nadie.

Escuchó gotas caer sobre el techo y luego, empezó a llover mientras el cielo estaba nublado. Tapando las estrellas y la luna.

Un fuerte estruendo se escuchó por todo el cielo, provocando que pegara un grito ahogado y poco después la habitación fue iluminada a causa de un rayo.

Shōyō tembló, quizá de frío, quizá de miedo, cuando el viento apagó la llama de la vela, quedándose a oscuras.

Apretó su mano en la manta, encogiéndose lo más que podía y cerró los párpados con fuerza.




— ...yo.

Escuchó un pequeño susurro cerca de su oído y abrió los ojos de a poco, empapados en lágrimas. La vista se le nubló por un momento mientras su pulso estaba a mil.

Sus manos se apretaron por instinto cuando escuchó otro estruendo. Alzó la mirada rápido para encontrar la ajena, que lo hizo volver a la realidad.

Parpadeó rápido, tratando de quitar las lágrimas que estorbaban su visión.

Rompecabezas | Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora