Capítulo 2

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Sintiendo el inmenso calor de su cuerpo, acompañado por el sudor que recorría su frente y espalda, Shōyō se quejó sin separar los labios.

Hoy perdió el juego con su mamá así que le tocaba hacer pan.

Hizo un puchero con sus labios sin dejar de preparar la mezcla, concentrado en hacerla bien y si luego le quedaba tiempo, haría esas tartas que tanto les gustaba a las personas.

Divagó en su mente de qué podría hacerla esta vez. ¿De manzana? ¿Naranja? ¿Plátano?

— Estás muy callado hoy.

Escuchó a Rikuto, el cual amasaba en una mesa a unos pasos y sonreía con las mejillas rojas por el calor.

Shōyō lo miró sin dejar de hacer lo que estaba haciendo y elevó los hombros, volviendo su vista al frente.

— ¿Te sucedió algo? Siempre me contestas a mis comentarios por pequeños que sean.

— No me pasa nada. — murmuró entre dientes. Su mente recordó por un breve momento lo que vio unas noches atrás, aquellos ojos dorados de aquel licántropo entre los arbustos.

Decidió no salir más por las noches a pesar de aburrirse dentro de casa. No tenía demasiadas ganas de ser devorado a sus veintidós años. No, no, no. Ni en la menor de sus ocurrencias.

Suspiró inconsciente.

— ¿Qué haces más tarde? — Rikuto preguntó luego de terminar de amasar, teniendo lista la masa para que fuera directa a los hornos — Podríamos, no sé, ¿salir?

— ¿Cómo amigos? — sonrió un poco incómodo, sabiendo que el mayor se diera cuenta de la indirecta demasiado directa.

No es como si no le agradara, pero Shōyō no lo veía nada más que eso. Amigos. Tampoco tenía intención de estar con alguien en estos momentos. Demasiado ocupado para entenderse a sí mismo como para lidiar con alguien más.

— Ouch. — Rikuto suspiró, derrotado, pero al final asintió — Como amigos.

Shōyō sonrió un poco más aliviado. Escucharon un carraspeo y miraron a Kiyoko, quien los miraba a ambos, sus cejas un poco fruncidas.

Rikuto se puso rígido al instante y en Shōyō sólo provocó una no tan escandalosa risa, sintiendo ternura por lo sobreprotectora que estaba siendo su madre.

Llegó la hora de cerrar la panadería y Rikuto le dijo que pasaría a buscarlo a su casa dos horas más tarde, después de almorzar.

Así que cuando estuvieron en casa, sus madres lo miraron curiosas por la salida improvisada que había surgido de repente.

— ¿Qué? No me empiecen con la plática de la sexualidad, por favor.

Yachi se rió y sacudió su cabeza en señal de negación, acercándose a su hijo y lo abrazó por la cintura, apoyando su mejilla en el pecho del menor.

— Es bueno que empieces a hacer tu vida. — murmuró ella, sonriente y demasiado alegre para Shōyō — Rikuto se ve que es un buen hombre.

— ¿Qué? No, no. Sólo es una salida de amigos, no se crean que voy a tener una relación con él.

Yachi hizo un leve puchero y Kiyoko detrás de ella alzó ambos pulgares, asintiendo con una cara seria.

— Ese muchacho es demasiado mayor, mejor busca a alguien de tu edad.

— Amor, tú tienes más de setenta. — reclamó Yachi mientras se iba a la cocina para hacer el almuerzo.

— No mezcles las cosas.

Rompecabezas | Haikyū!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora