Capítulo 3: ¿Lengaja?

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Iris

Me desperté sobresaltada, tenía lágrimas en los ojos y la respiración agitada. No había dormido demasiado bien esa noche porque tuve una pesadilla con mi madre. Sentía el corazón bombeando sangre a toda velocidad por mi cuerpo y si cerraba los ojos esas imágenes volvían una y otra vez.

Tenía ganas de estar aquí en esta ciudad pero, por otro lado, un miedo descomunal se apoderaba de cada una de mis extremidades. Era una ciudad enorme comparada con mi pueblo y después de todo lo que había pasado durante los tres meses de verano dudaba de si de verdad podría encontrar mi lugar aquí. Aunque por mucho que pensase en eso, ya no me quedaba otra porque mañana tenía mi primer día de clase y mi familia había puesto mucho esfuerzo para que yo pudiese venir.

Una parte de mí me decía que quizás estaría mejor más cerca de mi pueblo, pero para ser sincera, esta carrera solo estaba aquí y quería hacerla. Adoraba el cine y las series y no estaba en mis planes otra cosa porque esto era a lo que me quería dedicar.

La idea de quedarme allí, no era una opción. Sabía de sobra que no aguantaría uno o dos años más.

La única persona que me ayudó a superar cosas ese verano fue Marci, otra de mis mejores amigas. Venía a casa y me consolaba cuando más fracturada estaba.

Jamás había sentido nada por alguien hasta que apareció Edu. Edu Espina era un chico de mi pueblo. Me gustaba muchísimo hasta que decidió romperme el corazón de la forma más cruel de la que se podría. Nunca habíamos tenido nad... bueno, en realidad. Nunca había tenido nada con nadie, ni siquiera había dado mi primer beso. Pensaba que él sería el primero hasta que decidió hacer una estúpida apuesta con sus amigos para ver cuánto tardaba en acostarse conmigo.

Cuando me enteré estaba de fiesta, creo que por eso odiaba salir. Era la feria de mi pueblo y me dijo entre muchas cosas, que era una estrecha y que nunca nadie se iba a enamorar de mí. Lo soltó como si nada delante de todo el mundo justo después de perder la apuesta. Lo hizo con tal frialdad que consiguió que me resquebrajara por dentro y que mis inseguridades se multiplicasen por mil.

Decidí que lo mejor era alejarme de todo eso. No quería saber nada más de él y de sus amigos porque para una vez que me gustaba una persona, resultaba ser un imbécil.

Quizás podría dejar todo eso atrás y centrarme en esta nueva etapa sin que el pasado me acechase cada noche.

Siempre había sido una persona muy insegura conmigo misma. Nunca me ha gustado mi cuerpo y me costaba horrores mirarme en el espejo desnuda, y si lo hacía era demasiado rápido. Solía vestir con ropa ancha porque me daba vergüenza que alguien pudiese mirarme más de la cuenta.

Y casi nunca llevaba joyas, tan solo unos aros de plata y un collar de bolitas de colores por cortesía de Raquel. Me dijo que eso era lo que nos uniría para siempre y que así estaríamos juntas a pesar de la distancia.

Cuando ya llevaba un buen rato mirando el techo, diría que horas. Conseguí levantarme de la cama para ir al baño.

Salí de mi dormitorio y caminé por el pasillo fijándome en que la puerta de Teresa estaba cerrada, así que supuse que aún seguiría dormida porque eran las siete de la mañana. Pasé al lado de la otra habitación y fui consciente de que mi otra compañera de piso llegaría esta tarde.

Una vez que llegué al aseo, atravesé la puerta y volví a observar los muebles blancos ya desteñidos. No era exageradamente grande, justo a la derecha había un espejo y un mueble, al lado un inodoro y por último una bañera. También teníamos una estantería para dejar las toallas y el papel higiénico.

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora