Capítulo 5: El chico misterioso

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Iris

Primer día de clase y estaba emocionada y nerviosa a partes iguales por todo lo que se venía encima. Mi turno era por la tarde, no estaba muy conforme con eso, pero bueno, no podía cambiarlo tampoco. Decidí irme por la mañana para familiarizarme con la Facultad porque, además, nos enviaron un correo para avisarnos de que tendríamos una charla de bienvenida.

Salí de la cama y me acerqué al escritorio para coger la ropa. Unos vaqueros con el bajo vuelto, siempre los llevaba así para que se viesen los calcetines de estampados que solía vestir, una camiseta básica de manga larga, mi chaqueta vaquera y unas Vans azules. Y como siempre me enfundé en perfume.

Fui al baño para maquillarme un poco, aunque no estaba muy acostumbrada a ello y me hice una trenza que despeiné un poco para que se viese desenfadada.

Estaba tan nerviosa que ni siquiera podía probar bocado, ya comería algo por la uni, y me colgué la mochila para salir.

Crucé la puerta del salón y ahí estaba Ro. No había hablado mucho con ella, solo lo típico, de dónde eres y qué estudias. Era un poco... ¿extraña? Y eso que no solía juzgar de primeras pero es que tan solo llevaba dos horas en el piso y dijo que tenía que purificarlo o algo así y lavar sus sábanas que ni siquiera había usado. Nos explicó que tenía que hacerlo cada vez que se mudaba y que además tenía que tenderlas de una forma muy específica que sinceramente no entendí.

Trajo con ella un hurón, no sabíamos nada de su existencia pero al parecer se llamaba Risqueto. No me convencía la idea de vivir con él, pero bueno, tampoco quería que me mordiese mientras dormía, y bueno, para colmo puso su caja de arena en el balcón.

—Hola, Iris —saludó sin mirarme.

Ladeé un poco la cabeza cuando vi lo que estaba haciendo. Tenía a Risqueto en su hombro mientras compartían una manzana, había incienso y de la tele se escuchaba una música relajante.

—Ro, ¿qué tal la primera noche? —miré al hurón.

—Mejorable pero cierta, ¿ya te vas a clase?

—No, esta tarde, pero voy antes para una charla de bienvenida o yo que sé —me encogí de hombros.

—Ah, ten cuidado que seguro que hoy empiezas con el pie izquierdo —me miró de abajo arriba.

Me daba mucha rabia que hiciese eso. Me acerqué donde las llaves y cogí las mías, las de Teresa no estaban así que imaginé que ya se habría ido.

—Mmm... bueno, es mi primer día. No creo que pase nada malo.

—No, digo aquí.

—¿Aquí? —fruncí el ceño.

—Sí, bueno pásalo bien y cuando llegues no hagas ruido que estaré echando la siesta.

—Bueno, llegaré sobre las ocho de la tarde.

—Pues eso, que estaré en mi siesta.

—Es un poco tarde para eso, ¿no? —me acerqué a la puerta principal.

—Cada uno tiene sus biorritmos —se encogió de hombros sin mirarme y siguió con su hurón compartiendo la manzana.

Llegados a ese punto yo ya no entendía nada de lo que había dicho, qué personaje más raro

Bueno, el caso es que nada ni nadie podía estropear mi primer día de clase, eso estaba claro.

Salí del piso y me monté en el ascensor. De repente, el cacharro se paró en el cuarto piso para que las puertas se abrieran y una mujer mayor, muy sonriente, se montara conmigo.

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora