Capítulo 31: Sirio

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Iris

—¿Qué?

—Mi nombre. Jaime, me llamo Jaime.

Y justo cuando me dijo eso, abrí los ojos de par en par. Me acaba de decir su nombre. Lo que llevaba esperando estas semanas, lo acababa de decir.

—Al final me lo has dicho —sonreí—. Me gusta.

—¿Sí? Me lo pusieron por mi abuelo —reconoció.

—¿Y por qué te dicen Jota? —pregunté, intrigada.

—Bueno... nunca me ha gustado que la gente me llame Jaime y creo que por eso casi nunca lo digo. No dejo que cualquiera lo haga. Desde muy pequeño exigí que me llamasen Jota.

Lo miré confusa y él siguió hablando.

—Solo mi abuelo me llamaba de esa manera, mi abuela también lo hace... y bueno mis padres... eso de llamarme Jota no lo llevan demasiado bien —se acarició la nuca.

—Pues un buen nombre. A mí me pusieron Iris simplemente porque a mis padres les gustaba.

—También es bonito —hizo una pausa para mirarme—. Casi tanto como tú.

Sonreí como una tonta y me acerqué a él. Podía respirar el mismo aire que él respiraba, podía oler lo bien que olía. Me encantaba estar con él. Estaba tan cómoda que era como si no existiese nadie más, como si el tiempo no pasase, pero a la vez cuando me daba cuenta, las horas transcurrían demasiado rápido. Quería tenerlo cerca, quería conocerlo, quería saber más de sus gustos, de su vida y de todo lo que él quisiese. ¿Qué me estaba pasando?

Justo en ese instante me acordé del momento en mi casa, de cuando me limpió el pintalabios, aunque esta vez era diferente, no era la misma sensación porque ahora sí que estaba preparada.

—Jota...

—¿Sí? —me miró fijamente.

—Ya no mancha...

Esperé a que lo entendiese porque estaba segura de que si no lo hacía me daría algo en ese mismo instante. Pero sí, sí que lo entendió porque me miró a los ojos y después deslizó su mirada hasta mis labios haciendo que se me secase la boca al momento. Sonreí mientras él se acercaba lentamente hacia mí, levantó sus manos hasta mis mejillas y estuvimos tan cerca que nuestras narices se rozaron. Pude notar mi respiración agitada, mi pulso disparatado y mis mejillas ardiendo. Cerré los ojos y me dejé llevar... Y entonces, en esa fracción de segundo pegó sus labios a los míos enviando pequeñas descargas eléctricas por todo mi cuerpo. Fue un beso dulce y a la vez cargado de deseo como si hubiese esperado mucho tiempo para hacerlo. Movimos nuestros labios sin prisa alguna y ni siquiera era consciente de si lo estaba haciendo bien porque era la primera vez para mí. Pero quería seguir sintiendo sus dedos en mis mejillas y su boca sobre la mía. Y cuando perdimos casi todo el aire de nuestro cuerpo nos separamos. Clavé mis ojos en los suyos y le brillaban de una manera diferente. Fue entonces que imaginé mi cara: una sonrisa de oreja a oreja y del color de mi top. No podía creerme que mi primer beso había sido con Jota.

—Espero que te haya gustado, porque este ha sido mi primer beso... —confesé en voz baja.

El se separó de mí y me miró con media sonrisa.

—Novata hasta para eso... —negó con la cabeza, burlón.

—¡Oye! —lo empujé por el hombro.

—Es un honor que haya sido tu primer beso —hizo una mini reverencia.

—Si quieres puedes ser todos los demás.

Me miró con una sonrisa y posó su mano en mi mentón tirando lentamente para acercarme de nuevo a él.

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora