Capítulo 15: ¿Qué es la amistad?

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Iris

Me desperté a la una, me puse un chándal y me hice un moño para salir a comprar algo de comer en el bazar que había justo debajo de mi casa.

Llegué sobre las cuatro y media de la mañana, Leo me trajo y esperó hasta que estuviese dentro de mi bloque. Me acuerdo de casi todo lo que pasó anoche, no me esperaba para nada el resultado y, aunque para Sara no fue el mejor, me lo pasé considerablemente bien. Y, como estaba preocupada por ella, le mandé un mensaje para saber cómo estaba. Imaginé que durmiendo porque se fueron a la misma hora a la que me fui yo.

Mis compañeras de piso no llegarían hasta por la noche, así que me pondría algún que otro capítulo de la serie que veía una y otra vez, comería pizza e intentaría leer un rato. El plan perfecto de domingo.

Salí de mi dormitorio, pasando primero por el cuarto de baño, mi cara era un desastre pero al menos me desmaquillé bastante bien, me eché un poco de agua para espabilarme y salí por la puerta principal.

Caminé por el pasillo, pulsé el botón del ascensor y esperé porque tardaba una eternidad.

Cuando ya estuvo en el quinto, las puertas se abrieron y me quedé paralizada cuando lo vi.

—¿Jota?

Levantó su cabeza de golpe en cuanto escuchó mi voz y clavó sus dos ojos color café en mí.

—¿Qué? ¿Qué haces aquí? —preguntó.

Le contesté un poco más borde de lo que esperaba y me monté con él. Las puertas del ascensor se cerraron y él se apoyó en la pared.

—Parece que me persigues, Iris.

Entrecerré los ojos en su dirección y solté un suspiro entre dientes. Ya quisiera él.

—Ya claro. ¿Y se puede saber qué haces tú aquí?

—Mi abuela vive aquí.

Carraspeé un poco la garganta cuando fui consciente de que me estaba haciendo un escáner de arriba abajo. Encima llevaba unas pintas curiosas, me había puesto lo primero con lo que me había topado en el armario y para ser sincera, no esperaba encontrarme con nadie.

—¿A dónde vas? —le pregunté para pulsar el botón.

—¿A ti qué te importa? —sonrió con malicia.

—¿Qué? —negué con la cabeza—. No, que si bajas.

—Lo sé —sonrió—. Voy al cuarto, pero el cacharro este ha decidido que era buena idea subir al quinto.

No me extrañaba, el ascensor era de los viejos y subía según lo rápido que le dabas al botón y a veces, incluso aunque quisieses pararte en la quinta planta, si en otra alguien le daba al botón antes que tú, te dejaba ahí. ¿Se ha entendido? Yo creo que sí que se ha entendido. Era un asco, vaya.

De repente, el ascensor dio una sacudida y empezó a moverse sin darle al número, así que supuse que alguien le habría dado antes que nosotros.

—Qué bien, paseo por el edificio —dijo sarcástico.

Miré la pantallita y efectivamente, vi cómo pasaba del cuarto y bajaba al tercero y así sucesivamente.

—Si quieres te hago un tour —dije con media sonrisa.

De repente, las puertas se abrieron y me giré hacia las personas que estaban esperando de pie. Luis fue al primero que vi. Después, desvié mis ojos hasta una mujer con el pelo corto castaño, de estatura media y con los ojos café que sonreía al vernos, supuse que era su madre. A su lado, un hombre de pelo negro, alto y muy serio nos miraba fijamente, cosa que hizo que me incomodase demasiado.

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora