Capítulo 48: Demasiado perfecto para ser real

275 18 6
                                    

Jota

Me dejé caer en la cama haciendo que el colchón rebotase por el peso ejercido. 

Giré mi cabeza hacia Iris para contemplarla, su pecho subía y bajaba, estaba despeinada, desnuda y miraba al techo con una sonrisa.

Volteé todo mi cuerpo hacia el suyo sin poder dejar de pensar en lo que acababa de pasar, en lo que acabábamos de hacer. Aún seguía sintiendo un cosquilleo en la punta de mis dedos por el tacto de su piel. Siempre me había sentido mal al terminar y en cambio, con ella aquí alumbrando la habitación, con el destello que solo Iris desprendía, supe que jamás volvería a sentirme como antes de conocerla. Había conseguido sacar lo mejor de mí, hacerme sentir cosas que no sabía que tenía dentro y había roto el muro que me bloqueaba.

La observé grabando en mi retina su semblante, su pelo, sus labios, el tacto de su piel contra la mía, nuestros cuerpos empapados y el vello erizado.

La luz de la luna entraba por la ventana iluminando sus ojos y su torso desnudo, acariciando cada trocito de piel y cada lunar. Sin duda alguna Iris era una estrella, no solo por iluminar todo a su paso si no porque nunca dejaría de brillar, es imposible que pueda hacerlo.

¿Cómo podía ser tan sumamente preciosa y que ni siquiera fuese consciente? Lo que tocaba lo convertía en magia y yo tenía el privilegio de estar en su vida compartiendo todo eso con ella. Era demasiado perfecto para ser real.

—¿Qué pasa? —Volví a la realidad en cuanto su voz acarició mis tímpanos.

—Nada —levanté mi brazo para apartarle algunos mechones de la cara.

—¿Qué mirabas? —se giró en mi dirección y se llevó una mano a la mejilla.

—A ti.

Las comisuras de su boca comenzaron a virar hacia arriba mientras se acercaba a mí. Me dio un beso en la nariz y yo la atrapé con mis brazos para poder pegarla aún más a mí. Nos quedamos envueltos el uno en el otro respirando el mismo aire y disfrutando de ese momento que solo nos pertenecía a nosotros.

—Te quiero, Jaime. Te quiero como nunca antes había querido a nadie.

Abrí los ojos paralizado en cuanto escuché eso y comencé a incorporarme poco a poco. Mi corazón palpitaba tan rápido que llegué a pensar que iba a salir de mi pecho para darme en la cara y así hacerme espabilar. Todos mis músculos comenzaron a relajarse y tan solo quería acariciarla, sentirla en mi piel. Estiré mi mano al lado de su cuerpo y acabé tumbándome encima de ella para rodearla con mis brazos. Besé su frente y noté una sonrisa en mi hombro.

—Yo también, Iris. Te quiero —le di un beso en las clavículas.

Acaricié su costado con mis dedos mientras su piel se electrificaba y mi cerebro mandaba pequeñas descargas por todo mi cuerpo. Ella se removió por las cosquillas y soltó una risita mientras que la miraba. Levanté mi cabeza hasta estar frente a su cara y uní nuestros labios de la forma más tierna que pude; como si con ese beso quisiese decirle una y otra vez «Te quiero, te quiero, te quiero».

Me tumbé de nuevo y escuché el latido de su corazón que iba más rápido de lo normal.

—Deberíamos dormir —susurró mientras me acariciaba el pelo.

Gruñí un poco entre dientes porque estaba demasiado cómodo como para querer moverme.

—O también podemos dormir así —se estiró un poco, me dio un beso en la frente y siguió con las caricias.

—Buenas noches, Iris —besé su pecho.

—Buenas noches, Jaime.

Cuando abrí los ojos aún era de noche, me costó unos segundos ubicarme. Quizás el hecho de tener a Iris entre mis brazos me hizo ser consciente de que estaba en su dormitorio, en su cama, durmiendo con ella. Me incorporé un poco sin moverla y sin hacer ruido para ir a beber un poco de agua. 

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora