Capítulo 18: Misión cumplida

239 19 19
                                    

Jota

Salimos del piso los tres juntos y fuimos para el ascensor. No podía dejar de pensar en que Iris había aceptado venir con nosotros.

Joder, casi nunca me ponía nervioso cuando hablaba con alguna que otra chica pero no sé que tenía Iris que hacía que el corazón me fuese demasiado rápido cuando se trataba de ella.

—Iris, me encanta la trenza —mi prima rompió con el silencio.

Se había hecho una trenza bastante compleja que yo no podría haber hecho ni en mil años. Tenía el pelo largo y el flequillo le quedaba increíblemente bien. Se había puesto unas mallas y una sudadera gris. Llevaba unos tenis y su perfume inundaba el cubículo. Me encantaba su olor.

—Es de raíz —añadió ella.

—¿Cómo se supone que te haces esto? —pregunté atrapando la trenza para estudiarla de cerca.

Ella me miró y después sonrió tan dulce que me quedé embobado observándola. Era la primera vez que me sonreía así. ¿Qué me estaba pasando? Si apenas la conocía.

—A ver —su voz me hizo volver—, no es muy difícil. Es tener maña y una vez que haces una, el resto salen solas.

—Pues ya tienes que ser buena con las manos —comenté con la trenza aún entre mis dedos mientras observaba los trazos de su cabello.

—¡¿Qué?! —chilló mi prima.

Fruncí el ceño y me fijé en que las mejillas de Iris se tiñeron de un color cereza mientras me arrancaba la trenza. Sara se llevó la palma de la mano a la boca y ahogó una carcajada. Entonces fue en ese momento cuando me di cuenta de lo que había dicho. Para una vez que ni siquiera soy consciente...

—No he dicho nada raro —me encogí de hombros—. Si se le da bien hacer trenzas, tocar el bajo le va a resultar fácil. Solo es mover los dedos rápido.

Mierda.

Mi prima soltó la carcajada que llevaba aguantando todo ese tiempo y yo entorné los ojos en su dirección enfurruñado. Iris contuvo una sonrisa y en cuanto vi su expresión me reí levemente.

Nos bajamos del ascensor y caminamos hasta mi coche que estaba aparcado en el parking de enfrente. Sara fue directa al asiento copiloto e Iris atrás, pero si miraba por el retrovisor podía verla.

—Una pregunta —empezó la chica.

La curiosidad en mis ojos era casi palpable, miré a Iris por el espejo y mi prima Sara se giró para verla de frente.

—¿Dónde vamos a cenar?

—A casa de Dani —me aventuré a responder metiendo la llave en el contacto para arrancar.

—Me da un poco de vergüenza... —confesó en voz baja.

—¿Por qué? —me giré hacia ella.

—No sé, es que apenas lo conozco y bueno, me da vergüenza. Además, si están sus padres...

No me parecía raro. Casi no nos conocía y ya estaba montada en mi coche y yendo con nosotros a cenar. Su único consuelo era que conocía a Sara lo suficiente como para no sentirse incómoda.

—No, qué va. Vamos a la casa en la que vivía antes. Ya no vive nadie. La usamos a veces para ir a cenar o celebrar alguna que otra fiesta —explicó mi prima.

Coloqué mi mano en el asiento de Sara y giré la cabeza para salir del aparcamiento, Iris sonrió aliviada cuando escuchó lo que mi prima acababa de contarle.

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora