Capítulo 8: Como en los viejos tiempos

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Después de trabajar me fui a casa de mi abuela para comer con ella, aún seguía evitando a mi padre. No me apetecía hablar con él después de la pelea y sabía que si iba a mi casa me volvería a repetir lo mismo una y otra vez.

—Hola, cariño. ¿Qué tal? —me saludó mi abuela cuando entré por la puerta.

—Estoy bien, ¿y tú? —respiré por la nariz—. Qué bien huele aquí —entré a la cocina.

—Bien, tesoro. He hecho sopa que sé que te gusta —sirvió los platos—. ¿Luis dónde está?

—Tenía que irse pronto —hice una pausa—, cita en el dentista —mentí.

Había quedado con Paula para comer juntos.

—Bueno, pues entonces, seremos los de siempre —esbozó una sonrisa—. Me dijo tu madre que tienes un concierto, ¿verdad?

—Sí, es la inauguración de un pub y nos han contratado para tocar.

—Cómo me alegro, pronto te vamos a ver tocando en la tele.

—No creo, abuela —negué con la cabeza.

Llevé los platos a la mesa mientras ella se sentaba. Me dejé caer a su lado y empezamos a comer, tranquilamente.

—Por cierto, el otro día me crucé con una vecina nueva —dejó la cuchara—. Creo que es de tu edad, algún día podrías salir con ella —sonrió.

Me atraganté con la sopa y empecé a toser. Un día moriré ahogado, cero dudas.

—Pero cariño, ten cuidado. Que al final vas a dejar de venir aquí porque cada vez que te digo algo así te pones nervioso.

—No, yo no estoy nervioso —fingí naturalidad.

—Tranquilo, solo lo comentaba —sonrió de forma tierna.

—Lo sé —me tranquilicé.

—¿Qué harás esta tarde?

—Creo que voy a ir a dar un paseo por el parque, como cuando era pequeño —esbocé una sonrisa.

—Si quieres te puedo acompañar y así le damos de comer a los patos.

—Claro.

—Pues venga, termina y nos vamos.

Una vez que terminamos de comer y fregar los platos nos fuimos a dar un paseo por la laguna que me recordó a los viejos tiempos. Siempre me sentía bien cuando estaba allí. Pasaron las horas mientras le damos de comer a los patos, hablábamos, reíamos y disfrutábamos del sol y la brisa.

Sobre las nueve la acompañé hasta su casa y caminé hasta la parada del autobús para ir a mi casa. No me apetecía comer así que cuando llegué me fui directamente al sótano para jugar a la consola.

******

Me desperté en el sótano con los gritos de mi hermano, ya era de día y ni siquiera me había dado cuenta de haberme quedado dormido. Mierda, llegaba tarde a trabajar, subí las escaleras de tres en tres y fui a mi dormitorio para cambiarme de ropa.

Paula había abierto por nosotros así que la cafetera ya estaba preparada. El día iba a ser difícil con mi hermano mirándome cada dos por tres con mala cara por haber provocado que llegase tarde. A pesar de que, durante todo el trayecto en coche me había disculpado unas cuarenta veces seguidas.

Terminamos la jornada y no me dirigió la palabra en toda la mañana, ni cuando llegamos a casa.

Fui a la cocina para comer algo ya que estaríamos toda la tarde ensayando.

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora