Capítulo 53: Solo yo puedo hacerlo

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Iris

Un mes después.

—¿Cuándo vuelves? —preguntó Jaime.

—En dos semanas —le respondí mientras metía los jerséis en la maleta.

Me giré hacia el armario para seguir guardando la ropa que me iba a llevar y cuando volví a la maleta vi que estaba sentado con las manos entrelazadas sobre sus rodillas y la vista clavada en el suelo. Dejé la ropa sin doblar en la maleta y me senté a su lado. Estiré mis dedos hasta acariciar sus nudillos con las yemas.

—¿Qué pasa? —Mi voz sonó tan dulce que un intento de sonrisa le surcó por la cara.

Aun así negó sin mirarme.

—Ey... —levanté su cabeza por la barbilla.

—No quiero que vuelva... —me miró—. Ya sabes... me da miedo que pase algo, Iris.

—No va a pasar nada  —le aseguré convencida.

—Eso no puedes saberlo... —musitó apartando la vista.

—Jaime —giré su cara para que me mirase de nuevo—. Si pasa algo serás el primero en saberlo.

—¿De verdad?

Tenía la mirada casi perdida como si de verdad sintiese que algo malo iba a pasar. Aunque claro, teniendo en cuenta que me iba a mi pueblo, entendía que su reacción fuese esa porque en cierto modo a mí también me daba miedo ir por mucho que intentase hacerle ver todo lo contrario.

—De verdad —confirmé con una sonrisa sin dientes.

Le di un beso en la mejilla y después me levanté para seguir preparando las cosas.

Caminé hacia las perchas y busqué un par de cosas. Jaime se levantó de la cama para apoyarse en la pared al lado del armario.

—¿A qué hora os vais? 

Cerré la puerta para mirarlo y es que daba igual el tiempo que pasase que nunca dejaría de sorprenderme con su atractivo. Era demasiado guapo y era mi novio. Seguía sin poder procesarlo y viéndolo, parecía estar un poco más tranquilo, tenía las manos en los bolsillos y una expresión que grabé a fuego en la retina de mis ojos porque era precioso.

—¿Qué pasa? —dijo con media sonrisa.

—¿No te duele la cara? —levanté las cejas, divertida.

—¿Qué? —se incorporó un poco sin entender a lo que me refería.

—¿Cómo demonios eres tan guapo?

Abrió los ojos de par en par y la sonrisa de su cara comenzó a ensancharse conforme iba procesando mis palabras. Era perfecta, la más real del universo y era solo para mí.

Caminó en mi dirección con una elegancia que me dejaba casi sin respiración y me levantó por los aires mientras yo soltaba una risita por la impresión. Lo contemplé desde arriba mientras le acariciaba la nuca con dos dedos y enroscaba mis piernas alrededor de él.

—Eso es porque me miras con buenos ojos.

—No, es porque eres muy guapo.

—Ah, ¿sí? ¿Muy? —enarcó una ceja y yo asentí lentamente.

Muy guapo —remarqué la primera palabra riéndome.

Se acercó a mí para unir sus labios a los míos como si quisiese llevarse esa risa consigo. Sonreí contra su boca porque no me lo esperaba y me separé para besarle el cuello de la forma más tierna que pude, él se inclinó hacia atrás y sé que eso le había encendido todas las alarmas. Anduvo conmigo enroscada a su alrededor y me pegó a la pared mientras soltaba gran parte del aire de mi cuerpo porque siempre conseguía sorprenderme. Aún seguía subida en él cuando le di pequeños besitos en su cuello marcando un recorrido hasta su oreja, después le mordí el lóbulo y él me giró la cara para besarme. Aplastó sus labios con los míos y nos dimos un beso demasiado intenso. Tan solo con ese roce mi sangre se calentó y prendió en llamas todos mis sentidos. Y sé que él estaba igual. Deslizó sus dedos por todo mi cuerpo hasta que me bajó y puse mis pies en el suelo. Mi piel comenzó a arder cuando colocó ambas manos en mi cintura y me pegó a la pared con la suficiente fuerza como para arrancarme un jadeo ahogado. Su cuerpo irradiaba calor y miraba cada parte del mío como si yo fuese un imán y estuviera atrayendo sus ojos hacia mí. Me aproximé para besarlo de nuevo, pero se apartó con una mirada juguetona que me dejaba con ganas de más. Volví a acercarme a él pero hizo lo mismo.

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora