Capítulo 61: La estrella más brillante

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Iris

Dos semanas después.

—Gracias —le susurré al conductor bajándome del autobús.

Caminé hacia la zona del equipaje para poder atrapar mi maleta. Llevaba dos semanas en mi pueblo y siendo honesta, llegué a creer que estaría peor. La cosa es que estaba segura de que cada vez que iba lo hacía con mucha más fuerza que antes.

Caminé por la estación mientras me alejaba del bus. Aún recuerdo cuando volví de Navidad y Jaime me esperaba. Y entonces una tristeza gigantesca me recorrió de arriba abajo al ser consciente de que hoy no sería el caso, que él ya no estaba aquí y que no me recogería para llevarme a casa. Ese día fue el mejor de mi vida hasta que recibimos esa llamada que nos rompió por dentro y catapultó nuestro mundo por los aires.

Luis me dijo que su abuela había sufrido un infarto, que consiguió llamar a la madre de Jaime cuando comenzó a encontrarse mal pero que no pudieron salvarle la vida porque ya era demasiado tarde cuando llegó la ambulancia. Y horas antes la había visto con mis propios ojos y estaba en perfecto estado. Eso hace que me planteé una y otra vez lo vulnerables que somos y lo fácil que puede acabarse todo. En cuestión de segundos todo lo que conocemos desaparece.

Agarré con fuerza el mango de la maleta como si eso evitase que me cayese al suelo. Los recuerdos nublaban mi mente y vivía con todo eso desde lo que nos pasó. Porque era imposible no pensar en Jaime por mucho que quisiese sacarlo de mi vida. Me quemaba sentir cosas por él, era como si un tornado hubiese entrado dentro de mí para sacudirlo todo dejándome desolada. Los días habían sido horribles sin él porque me costaba procesar que ya no estuviese. No quería dejar atrás todo lo que habíamos sido juntos porque eso significaba avanzar hacia delante sin la persona más importante de mi vida. Pero me había dejado. Todo se acabó y el pequeño universo que formábamos se derrumbó a nuestro alrededor para convertirse en polvo.

Caminé por el edificio mientras las lágrimas se acumulaban en mis ojos. ¿Por qué? ¿Por qué no había hablado conmigo? ¿Por qué me dejó en mitad de la tormenta? Ya ni siquiera sabía qué era lo que tenía que hacer porque era feliz gracias a él. Entonces pensaba en todas las veces que no lo era por mí misma. Y no me gustaba ser consciente de todo eso porque primero tenía que encontrarme para después compartirme.

—¿Esperaba un coche? —Tragué saliva y la primera lágrima cayó de mi ojo.

Me giré lentamente mientras presionaba los párpados porque, aunque sabía que no era él, el recuerdo vagaba por mi mente dejándome más debilitada de lo que podía controlar.

Abrí los ojos poco a poco y me encontré con Leo mirándome apoyado en la pared mientras jugueteaba con las llaves del coche.

—Hola —murmuré acercándome a él.

—Mi niña... —me rodeó con sus brazos mientras me hundía en su pecho.

No sé cuánto rato pasamos así pero sí noté mis mejillas ardiendo y la cabeza embotada. Estaba cansada, triste y enfadada, y lo único que necesitaba era precisamente esto, que me rodease con los brazos hasta que entendiese que no pasaba nada, que estaba aquí conmigo y que iba a salir de esta. Pero no estaba segura de eso porque tenía el corazón roto, hecho añicos y me dolía.

Me aterraba perder a más personas, todo el mundo me dejaba y me planteaba una y otra vez si era mi problema. Entonces la respuesta me aterraba porque siendo honesta, yo tampoco querría estar conmigo, y de repente todo cobraba sentido y entendía a Jaime a la perfección. Estaba rota y... ¿Quién querría un jarrón roto? ¿Un cuadro estropeado? ¿Una persona insuficiente? Efectivamente nadie. Porque de verdad llegaba a pensar que no podría ser más, que viviré en la sombra y sentiré cada día de mi vida que merecía ser invisible.

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora