Capítulo 59: Merece la pena

192 16 10
                                    

Iris

Un mes después.

Ya habían pasado treinta días desde que la abuela de Jaime nos había dejado. Notaba su ausencia constantemente y lo hacía porque Jaime estaba más ido que nunca, y a eso le sumábamos que yo estaba de exámenes y que tenía que entregar una cantidad exagerada de trabajos y todo era un absoluto desastre.

Todas las semanas de este mes se pasaba por mi piso para prácticamente vivir juntos. Creo que nunca antes lo había visto tan mal. No salía de la cama y gran parte del tiempo lo invertía en sentarse en el sofá para ver películas sin expresión alguna. Cuando llegaba la hora de dormir lo arropaba con mis brazos sin éxito alguno porque cada vez lo sentía más y más lejos. Tenía que obligarle a comer porque evitaba hacerlo y era una frustración constante porque no podía ayudarlo. Y, aunque me hubiese gustado dedicarle todo el tiempo del mundo, estaba muy agobiada con la situación. Me saturaba a unos niveles en los que solo me salía encerrarme en el baño para llorar y llorar porque no podía tirar hacia delante por los dos. Era imposible sacarlo de ese agujero que se lo estaba tragando.

Lo peor de todo es que ya me estaba consumiendo, a pesar de necesitar dar el cien por cien de mí. Tenía que luchar por los dos, pero era muy difícil cuando una de las partes ya había tirado la toalla. Y me preguntaba una y otra vez: ¿Qué podía hacer para evitarlo?

El último recuerdo de él es que anoche no terminamos bien porque discutimos. Llevaba demasiado tiempo sin ir a trabajar, sin ver a su familia y sin hacer vida, prácticamente.

Hoy había sido mi último examen y al menos no empezaba las clases hasta finales de febrero, así que podría dedicarle todo el tiempo que se merecía porque de verdad quería estar con él.

Subí andando a mi piso, pero antes de ir a mi casa, me desvié hasta el bar que estaba abierto. Hacía ya unas cuantas semanas que lo estaba y, aun así, Jaime no se había dejado ver por allí. Y, aunque lo entendía, me preocupaba la situación porque se estaba esfumando poco a poco.

Entré al establecimiento y mis ojos fueron primero hacia Luis que estaba con el recuento de la caja y después hacia Paula que limpiaba los baños, normalmente Jaime se encargaba de eso.

—Hola —anduve hasta estar enfrente de su hermano.

—No sé nada de él, Iris.

—¿No está en tu casa? —pregunté. 

Anoche no dormimos juntos, así que supuse que habría pasado la noche con su familia.

—No. Tampoco coge el teléfono. He llamado a Laura y me ha dicho que se fue de madrugada. ¿No has hablado con él?

Una punzada de dolor me atravesó el pecho porque no sabía lo que hacía cuando desaparecía. Ni a dónde iba ni con quién salía. Era como si no supiese nada de su vida

—No —susurré aguantándome las ganas de llorar.

Contactar con Jaime era casi un milagro porque ni siquiera respondía mis mensajes ni mis llamadas. Nada. Como si jamás hubiese existido, pero sí, era real. Y aquí estaba yo sufriendo como nunca antes por la persona más importante de mi vida. Porque lo que más me dolía era que veía cómo se estaba autodestruyendo y no podía evitarlo, no había nada que pudiese hacer para que Jaime volviese a ser el de antes.

No quería perderlo, pero una sensación desagradable me recorría de arriba abajo catapultándome a los miedos más sombríos de mí misma. Aunque tampoco podía depender de una persona que me daba evasivas constantemente. ¿Habría dejado de quererme? ¿Seguiría enamorado?

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora