Por el siglo XIX, existía un maravilloso reino donde todos adoraban a sus reyes y reinas, príncipes y princesas. Todo era felicidad, los pocos problemas que aparecían se solucionaban en menos de dos días, nunca hubo una crisis económica, monarca ni social.
Todos tenían un trabajo asignado y nadie discriminaba por el labor que realizaba cada civil, en cambio, entre ellos se ayudaban y conocían más sobre el mundo del labor.
Los monarcas paseaban por el pueblo todos los días y daban una mano con la cosecha, elaboración de productos y cuidado de animales.
La fiesta de navidad, año nuevo y aniversarios del reinado se festejaba en el enorme castillo donde todos estaban invitados y podían asistir como gusten y llevar algo de su arduo trabajo.
Hasta que un día, un señor de mayor de edad, se asoció con la familia prometiendo dar mayores beneficios no solo a la nobleza, sino también al maravilloso pueblo.
Con el paso de los años, los herederos seguían con las tradiciones y sus sucesores nunca estuvieron en contra de la corona ni de las decisiones que tomaba aquel señor, de apellido Kwon.
Pero en los principios del siglo XX, el socio pidió más poder en cambio de mayores beneficios y cambios grandiciosos para el reinado, a lo que los monarcas por primera vez le rechazaron la oferta, respuesta que enfureció al señor Kwon y se retiró del castillo.
Nunca más fue visto.
Después de algunos años, en el reino coreano, surgió un terrible incendio, causado por los cómplices de aquel ambicioso hombre, quien quería tener todo sobre la palma de su mano, pero al ser negado sus ambiciones y requisitos, se vió obligado a realizar una catástrofe que dé fin.
Toda la familia real falleció en aquel incidente por extrañas razones, algunos murmuran que los reyes fueron asesinados a sangre fría por ese antiguo socio y otros dicen que el castillo les cayó encima, sin posibilidades de sobrevivir.
Pero, ¿qué sucedió con los herederos?
En aquel entonces, los reyes solo tuvieron tres hijos, dos mujeres y un hombre, pero nunca se encontraron sus cuerpos, algo que dió esperanzas y un poco de consuelo al pueblo, haciendo ilusión que aquel maravilloso reinado volverá a ser a lo que era antes.
Lastimosamente, con el paso de los años, no hubo rastros de los sucesores, y las esperanzas se fueron desvaneciendo, convenciendo de que ellos fallecieron junto a los reyes, por lo que el castillo fue completamente cerrado.
El pueblo se recuperó siguiendo con sus labores, y todos los años en día de año nuevo honran a sus difuntos monarcas dejando flores en las rejas que protegen al castillo. Y cada 5 años, se hacía un pequeño festín donde el pueblo narraba los buenos actos que hicieron.
Hasta que después de veinte años del incidente, todos ofrecían dinero para el que encuentre uno de los tres herederos, por lo que varias personas comenzaron con una ardua búsqueda no solo por el país coreano, sino también por los países vecinos. Y algunos viajaron en barco a otros continentes.
La esperanza renacía, pero la ambición también.