Capítulo 17

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Luego de aquel victorioso momento en el juzgado, Frank y yo nos habíamos venido a casa sin decir palabra alguna, ambos estábamos emocionados y sorprendidos a nuestro propio modo. El día posterior a eso debía ir a firmar los documentos que me darían la total tutela de mi hijo, desde ahora sería legalmente mi hijo.  Frank claramente estaba conmocionado, aunque mis celos digan lo contrario, ese hombre solía ser su padre y saber que pasaría los siguientes cuarenta años tras las rejas le hacía sentir una gama de emociones que ni yo mismo podía identificar.

Por mi parte era emoción, orgullo y confianza. Emoción porque ese horrible momento ya había pasado, orgullo porque Frank lo había hecho asombroso, sin quebrarse, sin guardarse nada, totalmente valiente. Y confianza porque ese tipo de cosas me hacen creer que la justicia realmente funciona en este país.

Así que la misma noche después de eso Quinn Allman vino a cenar con nosotros. Pudimos conocerlo más, ahora sin el caso en camino, sin preocupaciones, sin nada de eso... sólo como a un tipo realmente agradable. Quedó de venir a tocar guitarra con Frank y de intercambiar películas de cine independiente conmigo para cuando nos mudemos.

Porque esa es mi nueva idea, aunque Frank no la conozca todavía.

Mudarnos a este lugar sería algo realmente bueno para Frank. No solo porque aquí están todos sus recuerdos de infancia o porque podemos visitar la tumba de Lindsey cada vez que podamos, sino que con su enfermedad Nueva York definitivamente no es una ciudad para él, él necesita algo así, algo tranquilo, algo totalmente suyo... y en vista que su mundo se ha desmoronado, es mi deber intentar regresarle algo de estabilidad.

La casa de Lindsey estaba repleta de cosas de Lindsey. Incluso tanto tiempo después de su muerte seguía conservando su cepillo de dientes en el baño, sus perfumes y las cosas que usaba en el cabello, incluso había un cepillo de pelo con largas hebras en color negro que sólo podían ser de ella. Una tarde en que Frank había estado ocupado haciendo quien sabe qué, me encerré en una espaciosa habitación que según Frank me había dicho, era el estudio de Lindsey. Aquel era como el paraíso de Lindsey. Habían fotos de Frank desde que era sólo un bebé hasta unas que lucían realmente recientes, como si se la hubiese tomado la noche anterior, aunque habían pasado meses desde ellas. Ahí Frank lucía tan diferente. Parecía ser un niño a pesar de lucir casi como un hombre. Sus ojos, su sonrisa y la forma en que los brazos de Lindsey rodeaban su torso le hacían ver pequeño y tan  frágil... de solo saber que unos meses después el sonriente hijo de puta junto a ellos en la fotografía le haría tal cosa a Frank...

Pero decido no pensar en eso, diciéndome que en verdad no vale la pena porque todo lo que pude haber hecho ya está hecho. Tomo asiento en la silla de escritorio de Lindsey y cierro mis ojos. Imaginarme viviendo con ellos desde siempre es fácil, imaginarme ayudándole a Lindsey en la crianza de Frank, llevándolo a la escuela, ayudándole a hacer las tareas... y aunque no hubiésemos sido una familia convencional, de todos modos habría sido mejor que la que ambos tuvieron. Posiblemente yo hubiese estado más atento a los síntomas de Lindsey, posiblemente la habría salvado de la muerte y posiblemente no habría desarrollado todas estas cosas que siento por Frank.

Pero también es inútil pensar en eso.

 — ¡Gerard, recuerda lo que me dijiste ayer!

La voz de Frank llega desde el pasillo. Parpadeo un par de veces y me pongo de pie, apresurándome a salir para encontrarme con él, sonriendo brillantemente. Sólo entonces recuerdo que acordamos visitar a Lindsey en el cementerio, porque aunque ha pasado casi una semana desde que estoy aquí, no me he atrevido todavía a visitarla. Porque no me siento preparado.

our blood • frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora