Capítulo 6

3.6K 487 249
                                    

Cuando era pequeño, de unos tres o cuatro, y me enteré que dentro del vientre de mamá no había comida en exceso o una almohada, sino que un hermanito, lloré durante horas. No quería un hermanito, ¿por qué tener a otro hijo si me tenían a mí? Era una bofetada en la cara a mi autoestima, estaban gritándome que conmigo no era suficiente, que necesitaban a ese otro bebé.  Y aunque mamá y papá dijeran lo contrario; yo lo sabía.

Desde ese momento decidí odiarlo. 

Pensaba, durante horas, como deshacerme de él. Podría dárselo a algún familiar, o hacer que mamá lo dejara olvidado en algún lugar, podía… podía culparlo de algo horrible para que nuestros padres decidieran regresarlo, quién sabe a dónde, pero lejos.

Mis padres estaba preocupados, yo estaba deprimido… un niño de tres —o cuatro— años, completamente deprimido por el hermanito que se avecinaba. Eso duró un par de meses… hasta que el día llegó y él nació. Recuerdo que mientras  papá me llevaba en sus brazos hacia la habitación en dónde mamá y el bebé esperaban, él me dijo una frase muy importante: “La sangre llama”, dijo él. Le pregunté qué quería decir con eso y respondió: “La familia te atrae o te llama, sin explicaciones, aunque no la conozcas… si es parte de tu familia habrá amor siempre, porque así funciona.”

Yo no le creí en ese momento, pero cuando vi a Mikey tan pequeño e indefenso en los brazos de mi madre, lo supe… él era mi hermanito, y yo lo iba a amar y cuidar, porque era mi familia y él dependía de mí para conocer el mundo. Desde entonces fui un hermano mayor, el mejor según Mikey.

Y cuando Frank apareció en mi puerta, hace ya casi un mes… fue cuando me convertí en padre. Si bien sus sonrisas son bastante infrecuentes, sé que está feliz conmigo, sé que le gusta aquí, sé que no podría haber un lugar mejor para él que conmigo. Soy su padre, él es mi responsabilidad, ahora es él quien depende de mí para enfrentarse al mundo, y quiero amarlo y cuidarlo porque es mi familia y más importante aún; es mi hijo.

Hace unos días mamá vino a cenar con nosotros a casa y cuando Frank fue a tomar una ducha para irse a la cama, mamá y yo nos quedamos compartiendo un café en la cocina. “Es como si hubiese estado contigo toda la vida”, había dicho “Ambos se complementan tan bien… estoy orgullosa de ti, hijo. Él es un buen niño, Lindsey hizo un maravilloso trabajo. Tú debes seguir con eso.”

A veces se me hace extraño pensar que Lindsey murió, es… es como un mal sueño. No importa si estuvo viviendo durante quince años en otro lugar, yo sabía que estaba viva, que estaba bien. 

— ¡Gerard, baja ya! —la voz de Frank me trae de regreso, parpadeo un par de veces y lo miro de reojo. Él ya se quitó el cinturón de seguridad y está esperando a que yo quite el seguro para bajar el automóvil. Le dedico una sonrisa a modo de disculpa y apago el motor, tomo las llaves, mi billetera y bajo para posteriormente encontrarme con él frente al automóvil.

— ¿Trajiste la lista? —le pregunto guardándome las cosas en los bolsillos, él palmea uno de sus muslos y sonríe enorme e infantilmente, asintiendo un par de veces.

La puerta de cristal se abrió automáticamente ante nosotros y de inmediato fui a tomar un carro, con él pisando mis talones. Los encaminamos a uno de los pasillos, sin saber realmente por qué comenzar. Frank es sólo un niño, no es el tipo de persona encargada de hacer las compras y yo… sinceramente nunca me vi encargado de hacer las compras para alguien más que no fuese yo con mis alimentos pre-cocinados para ahorrar tiempo. Ahora que somos una familia, hay que hacer cosas que hacen las familias y una de esas cosas son las compras.

— Llevemos atún —Frank dice de la nada, asintiendo fervientemente. Yo sonrío de medio lado y alzo la mirada, estamos en el pasillo de los pañales y cosas para bebés. ¿Quién sabe dónde está el pasillo de los enlatados?

our blood • frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora