Capítulo 26

2.5K 382 293
                                    

Cinco días atrás Michael llegó desde Nueva York, junto a él vinieron mamá y papá. Entre los tres me llenaron de palabras de apoyo y me consolaron... pero ellos no entendían mi sufrimiento. Nunca lo entenderán. Y dudo que alguien pueda comprender cómo se siente esto. Es como esa estúpida analogía de la flor más hermosa del jardín, o del Dios vengativo que te da algo y permite amarlo sólo para luego arrebatártelo de los brazos.

Y aunque es estúpido, es precisamente eso lo que sucede.

Los múltiples estudios que le han hecho a Frank tendrán su respuesta hoy. Incluso aquellos que enviaron a la clínica cardiológica en California. Todo tendrá su respuesta hoy, pero extrañamente ya sé que sucede, las palabras de aquella enfermera calaron hondo en mi pecho. Podría jurar que se trata de su corazón... sólo su corazón.

Por otra parte, los médicos dijeron que hoy van a despertarlo, que su cuerpo ya se ha recuperado desde la reanimación y que no hay problemas de que vaya a entrar en un paro. Y mientras ellos siguen haciendo estudios con mi hijo, yo estoy aquí, en la sala de espera, escuchando las sin sentido palabras de apoyo de mi padre.

Tontamente me imagino a mí mismo pidiéndole consejos... pero sé que no puedo hablarle de éste tema. A nadie puedo hablarle de esto y es lo que más me come el alma... porque si es que llego a perder a Frank todos pensarán que mi inminente suicidio se deberá sólo al dolor que siente un padre al perder a su único hijo. Pero en mi caso hay que agregarle el dolor de un amante al perder a quien ama... y es complicado, jodidamente complicado.

Cerca de un cuarto de hora después el último de los médicos abandona la habitación, entro sólo para ver a Frank durmiendo. Su rostro luce pálido y delgado, su cuerpo luce tan frágil, y puedo ver como su pecho se alza en cada respiración. Lentamente me acerco a él y tomo asiento junto a su cama, me apodero de una de sus manos y aunque no soy religioso, comienzo a rezar.

— ¿Quién... eres tú y qué hiciste... con mi padre?

Escucho una agrietada, cansada y débil voz. Pero la reconozco a la perfección. Siento como burlonamente mi corazón acelera sus latidos y alzo la mirada al instante, sus ojos están abiertos y sus resecos labios sonríen.

— Frankie. Por Dios, Frankie... —suspiro, alzándome para besar sus labios.

— Supongo que... después de todo no estoy bien, ¿cierto? —murmura con un poco más de fuerza— Sino había despertado en casa, entre tus brazos... y no aquí.

— Has estado algunos días aquí —murmuro, sólo porque no puedo mentirle u ocultarle cosas. Su triste sonrisa desaparece, dándole paso a una mueca de preocupación—. No te preocupes, Frank... todo va a estar bien. Me aseguraré de que todo esté bien.

— Presentía que algo malo iba a pasar, ¿sabes? —Murmura luego de un rato— Todo estaba demasiado bien para ser normal... es como... como si estuviésemos en una historia de mierda en donde simplemente no podemos tener un final feliz.

— No hables de finales —replico al instante, la sola idea me enferma.

— Sólo estoy diciendo que esto no es justo. Mi corazón estaba bien...

— ¿Cómo sabes que es tu corazón?

— Conozco mi cuerpo, papá —suspira él—. Sé que mi corazón está jodido como el de mamá. Pero ella me dijo que sólo de... vieja comenzó a tener problemas graves, y yo no soy viejo. No es justo.

— El mundo no es justo, Frankie —digo entonces—. El mundo es injusto, es cruel, es horrible...

— Pero tú haces que luzca bien —dice él, estirando una mano para acariciar mi mejilla. Yo me alzo para apegarme a él y bajo a besar sobre su frente, he sentido este tacto múltiples veces durante todos estos días, incluso el tacto de su nariz cuando la beso, pero besar sus labios es algo casi nuevo. Es un beso casto, pero para ambos significa el mundo.

Cuando rompemos el beso nuestras miradas siguen conectadas durante varios instantes, la desvío sólo cuando unos nudillos golpean el cristal de la ventana que da al pasillo, y al girar la cabeza veo a mis padres ahí, sonrientes y ansiosos por entrar a saludar. Y entonces me pregunto cuanto tiempo han estado ahí esperando. Miro a Frank una vez más y aunque no quiero me aparto de él, con paso perezoso me acerco a la puerta y la abro para ellos.

— Acaparador —dice mi padre.

— Nosotros también queremos saludar a nuestro nieto —agrega mi madre.

Ambos pasan de mí, y le dedico una última sonrisa a Frank antes de abandonar la habitación. En la sala de espera encuentro a mi hermano, pero no está solo. El joven Mike Pedicone está también ahí, ambos hablan aunque no sé de qué, y cuando llego donde ellos, se quedan en silencio.

— Gerard, Mike pregunta si puede ver a Frank —dice mi hermano, mirándome a la cara. Desvío la mirada al muchacho y sonrío levemente, si bien no es culpa lo que siento al verle, siento que debo... recompensarle de alguna forma.

— Ahora mismo están mis padres con él, pero en cuanto salgan puedes ir —murmuro, y la cabeza del menor se alza para dedicarme una enorme sonrisa—. Mikey, tenemos que hablar —suspiro, y me aparto a la máquina expendedora de refrescos para recargar en ella mi peso, con mi hermano pisándome los talones.

— ¿Qué pasa?

— He estado pensando seriamente un asunto... bueno, ya te hablé de eso, de lo que me dijo la enfermera hace unos días.

— Lo del corazón, sí.

— Bueno, no creo que encontremos un donante y aún si lo encontramos... dudo mucho que sea a tiempo. No tenemos mucho dinero como para poner a Frank en el número uno de la lista de trasplantes y realmente no planeo quedarme aquí a ver como la salud de mi hijo se deteriora día tras día, ¿Entiendes?

— Si estás diciendo lo que creo que estás diciendo... eres un enfermo de mierda y no te lo permitiré.

— Tú no entiendes —suspiro.

— Claro que entiendo. Pero no puedes donarle tu corazón, no seas imbécil. Esa no es la respuesta a todo esto. No puedes ir por ahí sacrificándote cada vez que se presenta un problema. No seas imbécil, Gerard Way. Sé que tienes esa estúpida mentalidad de héroe. Pero hay cosas que simplemente no podemos hacer.

— Es mi hijo.

— Y tú eres mi hermano.

Cierro mis ojos y pego la cabeza a la máquina a mis espaldas, un largo suspiro abandona mis labios, y siento la mirada de mi hermano escaneándome. Sé qué piensa, sé qué cree, sé qué dirá. Pero yo ya tomé mi decisión.

— Voy a donarle mi corazón porque lo amo —digo finalmente.

— Lo harás porque no soportas amarlo.

Abro los ojos y lo miro a la cara, conectamos mirada sólo por unos instantes, pero en esos instantes le digo todo lo que tengo que decirle. Y al mirar sus ojos sé que él sabe absolutamente todo. Me siento aterrado, esperando a que me ataque y diga mil cosas en contra de éste macabro estilo de vida, pero no dice nada. Sólo se acerca a mí, engancha sus delgados brazos en torno a mis hombros y me abraza con fuerzas.

— Nadie escoge a quién amar —susurra contra mi oído—. No te sientas culpable por eso... amar nunca ha tenido pena de muerte, hermano.




NOTA: Mini capítulo antes del final. Sí, el siguiente es el final. Es que cuando les dije antes había contado mal, hehehehe. Ya casi todas adivinaron de qué iba todo y si no... pues quedó claro con este capítulo. No me odien porque yo las tkm. *huye*

our blood • frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora