Me despierto en casa de Kun en una habitaciónllena de tapices. Mi boca sabe a ciruelasrancias y está hinchada por los besos.Kun está a mi lado en la cama, con los ojos cerrados y la ropa que usó en la fiesta. Comienzo a levantarme, pero me detengo para estudiarlo, sus orejas puntiagudas y el cabello como pelaje de zorro, la suavidad de su boca, sus largas extremidades extendidas en la cama. Su cabeza descansa sobre su mano cubierta de volantes.
La noche regresa en una avalancha de recuerdos. Hubo un baile y una persecución por el laberinto. Me acuerdo de caerme al barro y reír, algo nada propio de mí. En efecto, cuando miro el vestuario de baile prestado en el que dormí, tiene pedazos de gramilla pegados.
No es que fuera el primero en ponerle el traje verde.
El Príncipe Yoon Oh me observó toda la noche, rondándome sin descanso, esperando el mejor momento para morder. Incluso ahora puedo recordar el negro azabache de sus ojos. Y si reía más fuerte solo para hacerlo enojar, si sonreía más, y besaba más a Kun, ese es un tipo de engaño que ni siquiera los mágicos pueden condenar.
Ahora, sin embargo, la noche se siente como un sueño largo e imposible.
La habitación de Kun está desordenada, con libros y ropa dispersos en divanes y sofás bajos. Atravieso la puerta y camino lentamente por los pasillos vacíos de la casa. Encontrando la habitación polvorienta de su familia, me saco su traje y me pongo la ropa de ayer. Saco mi cuchillo de su bolsillo, y cuando lo hago, la bellota dorada sale también.
Impulsivamente, me meto el cuchillo y la bellota en la túnica. Quiero algún suvenir de esta noche, algo para recordarla, por si no vuelve a suceder algo así. Kun me dijo que podía sacar cualquier cosa de esta habitación y me voy a quedar con esto.
En mi camino hacia la salida, paso junto a la larga mesa del comedor.
Somi está allí, rebanando una manzana con un cuchillo pequeño.
—Tu cabello parece un matorral —dice, metiéndose un pedazo de fruta en la boca.
Miro hacia un plato plateado en la pared, que muestra solo una imagen borrosa y distorsionada de mí mismo. Incluso allí, puedo ver que ella está en lo cierto, un halo marrón rodea mi cabeza. Alzando una mano, comienzo a deshacer los nudos, peinándome con los dedos.
—Kun está dormido —digo, asumiendo que ella está esperando para verlo. Espero sentirme como si tuviera algo que ella no, al ser el que sale de su habitación, pero lo que de verdad siento es un poco de pánico.
No sé cómo hacer esto. No sé cómo despertarme en la casa de un chico y hablar con la chica que solía tener una relación con él. Curiosamente, que también sea una chica que probablemente quiere verme muerto es la única parte que se siente normal.
—Mi madre y su hermano pensaban que debíamos casarnos —dice, como si estuviera hablándole al aire y no a mí— Iba a ser una alianza útil.
—¿Con Kun? —pregunto, confundido.
Me da una mirada molesta, parece que mi pregunta la saca brevemente de su historia.
—Yoon Oh y yo. Él arruina las cosas. Eso es lo que le gusta. Arruinar cosas.
Por supuesto que a Yoon Oh le gusta arruinar las cosas. Me pregunto cómo puede ser que acabe de darse cuenta de eso. Diría que eso es algo que tendrían en común.
La dejo con su manzana y sus recuerdos y me dirijo hacia el palacio. Una brisa fría corre entre los árboles, alzando mi cabello suelto y trayéndome el aroma a pino. En el cielo, escucho la llamada de las gaviotas. Agradezco tener la clase hoy, me alegra tener una excusa para no ir a casa a escuchar lo que sea que Oriana tenga para decirme.