No tengo mucha experiencia en besos. Estuvo Kun, y antes de él, nadie. Pero besar a Kun nunca se sintió de la maneraen que se siente besara Yoon Oh, como atreverse a correr sobre cuchillos, como un golpe de rayos de adrenalina, como el momento en que has nadado demasiado lejos en el océano y no hay vuelta atrás, solo fría agua negra cerrándose sobre tu cabeza.
Los labios crueles de Yoon Oh son sorprendentemente suaves, y por un largo momento luego de que nuestros labios se tocaran, está quieto como una estatua. Sus ojos se cierran, pestañas rozando mis mejillas. Me estremezco, como debes hacerlo cuando alguien camina sobre tu tumba. Entonces levanta sus manos, gentilmente las desliza sobre mis brazos. Si no lo supiera, diría que su toque era reverente, pero lo sé. Está moviendo sus manos lentamente porqué está tratando de detenerse a sí mismo. No quiere esto. No quiere querer esto.
Sabe a vino agrio.
Puedo sentir el momento en que se rinde y cede, atrayéndome a pesar de la amenaza del cuchillo. Me besa fuerte, con una especie de desesperación devoradora, sus dedos enterrándose en mi cabello. Nuestras bocas encajan, dientes sobre labios sobre lenguas. El deseo me golpea como una patada en el estómago. Es como luchar, excepto que estamos luchando por meternos en la piel del otro.
Ese es el momento en que el terror se apodera de mí. ¿Qué tipo de venganza insana hay en gozar de su repulsión? Y peor, mucho peor, me gusta esto. Me gusta todo sobre besarlo: la familiar sensación de miedo, saber que estoy castigándolo y la evidencia de que él me desea.
El cuchillo en mi mano es inútil. Lo arrojo al escritorio, apenas registrando cuando la punta se hunde en la madera. Se aleja de mí ante el sonido, sobresaltado. Su boca está rosada, sus ojos oscuros. Ve el cuchillo y suelta una risa sorprendida.
Lo que es suficiente para hacerme tambalear hacia atrás. Quiero burlarme de él, mostrar su debilidad sin revelar la mía, pero no confío en mi rostro para no mostrar demasiado.
—¿Eso es lo que imaginabas? —pregunto, y estoy aliviado de que mi voz suena áspera.
—No —dice con monotonía.
—Dime —digo.
Niega con la cabeza, de algún modo desilusionado.
—A menos que realmente vayas a apuñalarme, creo que no lo haré. Y puede que no te lo diga incluso si fueras a apuñalarme.
Me levanto del escritorio de SiCheng para poner un poco de distancia entre nosotros. Mi piel se siente muy apretada y la habitación de repente parece demasiado pequeña. Casi me hace reír.
—Voy a hacer una propuesta —dice Yoon Oh— No quiero poner la corona en la cabeza de Taeil solo para perder la mía. Pide cualquier cosa que quieras para ti, para la Corte de Sombras, pero pide algo para mí. Haz que él me dé tierras lejos de aquí. Dile que seré magníficamente irresponsable, lejos de él. Nunca tendrá que pensar en mí nuevamente. Puede ser el padre de algún mocoso para que sea su heredero y pasarle la Corona Suprema. O quizás puede cortarle la garganta, una nueva tradición familiar. No me importa.
A regañadientes, estoy impresionado de que se las haya arreglado para proponer un trato bastante decente, a pesar de haber estado atado a una silla durante casi toda la noche y probablemente bastante borracho.
—Levántate —le digo.
—Entonces, ¿no te preocupa que vaya a huir? —pregunta, estirando sus piernas. Sus botas puntiagudas destellan en la habitación y me pregunto si debería confiscarlas ya que son armas potenciales. Luego recuerdo lo pésimo que es con una espada.
—Después de nuestro beso, estoy tan embobado por ti que apenas me puedo contener —le digo con todo el sarcasmo que puedo reunir— Todo lo que quiero es hacer cosas agradables que te hagan feliz. Claro, haré cualquier trato que tú quieras, siempre y cuando me beses de nuevo. Ve y huye. Definitivamente no voy a dispararte en la espalda.