Soy un niño otra vez, ocultándome debajo de la mesa, con el festejo desarrollándose encima de mí.
Presionando una mano en mi corazón, siento cómo se acelera el golpe del mismo. No puedo pensar. No puedo pensar. No puedo pensar.
Hay sangre en mi traje, pequeños puntos hundiéndose en el cielo azul.
Pensé que la muerte no podía sorprenderme, pero... hubo tanta de esta. Un vergonzoso y ridículo exceso. Mi mente sigue regresando a las costillas blancas del Príncipe SiCheng, al rocío de sangre de la garganta de Suzy y la negación del Rey Supremo una y otra vez a Taeil mientras moría. Las pobres Taniot, Lia y Mina, que fueron obligadas a descubrir, una a la vez, cómo la corona de las Hadas importaba más que sus vidas.
Pienso en Madok, que había sido la mano derecha de SiCheng todos esos años. Las hadas puede que no sean capaces de mentir directamente, pero Madok había mentido con cada risa, cada manotazo en la espalda, cada copa de vino compartida. Madok, que nos había dejado vestir de gala y me dio una hermosa espada para usar esta noche, como si realmente fuéramos a ir a una fiesta divertida.
Sabía lo que él era, intento decirme. Vi la sangre seca en su capucha roja. Si me permito olvidar, entonces más me engañaré.
Al menos los caballeros habían alejado a mi familia antes que el asesinato comenzara. Al menos ninguno de ellos tuvo que observar, sin embargo, a menos que estuvieran muy lejos, puede que no se hayan perdido de escuchar los gritos. Al menos Oak no crecería como yo, con la muerte como mi derecho de nacimiento.
Me siento allí hasta que mi corazón vuelve a ralentizarse. Tengo que marcharme. Esta fiesta se volverá más salvaje, y sin ningún Monarca Supremo en el trono, hay poco que detenga a los fiesteros de cualquier entretenimiento que puedan concebir. Probablemente no sea el mejor momento para ser un mortal aquí.
Intento recordar mirar la disposición de la sala del trono desde arriba con el Fantasma. Intento recordar las entradas de la parte principal del castillo.
Si pudiera encontrar a uno de los guardias y hacerlos creer que era parte de la familia de Madok, podrían llevarme con el resto de mi familia. Pero no quiero ir. No quiero ver a Madok, cubierto de sangre, sentado junto a Taeil. No quiero fingir que lo que sucedió no es otra cosa más que algo horrendo. No quiero disimular mi disgusto.
Hay otra salida. Puedo arrastrarme bajo las mesas hasta las escaleras y subirlas hasta la cornisa cerca de la sala de estrategia de Madok. Creo que desde allí puedo subir directamente y estar en la parte del castillo que más probablemente esté desierta... y la que tiene acceso a los túneles secretos. Desde allí, puedo salir sin preocuparme por los caballeros o guardias o cualquier otro. La adrenalina hace que todo mi cuerpo cante con el deseo de moverme, pero aunque lo que tengo pareciera un plan, todavía no lo es. Puedo salir del palacio, pero no tengo otro lugar donde ir después de eso.
Piénsalo luego, me urge el instinto.
De acuerdo, la mitad de un plan es bastante bueno.
Sobre mis manos y rodillas, ignorando mi traje, ignorando la manera en que la funda de mi espada se arrastra contra el suelo de tierra compactada, ignorando el dolor en mi mano, me arrastro. Por encima de mí, escucho música. También escucho otras cosas, el chasquido de lo que podrían ser huesos, un gemido, un aullido. Lo ignoro todo.
Entonces el mantel se levanta, y mientras mis ojos se ajustan a la brillantez de la luz de las velas, una figura enmascarada agarra mi brazo. No hay manera sencilla de sacar mi espada, agachado como estoy bajo la mesa, así que agarro el cuchillo dentro de mi corbata. Estoy a punto de dar un golpe cuando reconozco esos ridículos zapatos puntiagudos.