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Risas me reciben cuando regreso a la Corte de las Sombras. Espero encontrar a Yoon Oh como lo dejé, intimidado y tranquilo, tal vez incluso más miserable que antes. En cambio, sus manos han sido desatadas, y está en la mesa, jugando a las cartas con la Cucaracha, el Fantasma y la Bomba. En el centro hay un montón de joyas y una jarra de vino. Dos botellas vacías descansan debajo de la mesa, el vidrio verde atrapa la luz de las velas.

—Taeyong —llama La Bomba felizmente— ¡Siéntate! Juega con nosotros.

Me siento aliviado de verla, aquí e ilesa. Pero nada sobre este cuadro es bueno.

Yoon Oh me sonríe como si hubiéramos sido grandes amigos durante toda nuestra vida. Olvidé lo encantador que puede ser, y lo peligroso que es eso.

—¿Qué están haciendo? —estallé— ¡Se supone que debe estar atado!

Él es nuestro prisionero.

—No te preocupes. ¿A dónde va a ir? —pregunta la Cucaracha— ¿De verdad crees que puede vencernos?

—No me importa tener atada un mano —interviene Yoon Oh— Pero si vas a restringir ambas manos, entonces tendrás que verter el vino directamente en mi boca.

—Nos dijo dónde el viejo rey guardaba las botellas realmente buenas

—dice la Bomba, echando hacia atrás su cabello blanco— Sin mencionar un alijo de joyas que pertenecía a Suzy. Imaginó que, en la confusión, nadie se daría cuenta si se las llevaban, y hasta ahora, nadie lo ha hecho. El trabajo más fácil que la Cucaracha ha hecho alguna vez.

Quiero gritar. Se suponía que no debería agradarles, pero ¿por qué no? Es un príncipe que los trata con respeto. Es el hermano de SiCheng. Él es un mágico, como ellos.

—De todos modos, todo está yendo en espiral hacia el caos —dice Yoon Oh— Bien podría pasar un buen rato. ¿No crees, Taeyong?

Respiro profundamente. Si menoscaba mi posición aquí, si logra convertirme en un extraño, entonces nunca conseguiré que la Corte de las Sombras acepte el plan que todavía está revuelto en mi cabeza. Parece que no puedo encontrar la manera de ayudar a nadie. Lo último que necesito es que él empeore las cosas.

—¿Qué les ofreció? —pregunto, como si todos estuviéramos en la misma broma. Sí, es una apuesta. Tal vez Yoon Oh no les ofreció nada en absoluto.

Intento no parecer que estoy conteniendo la respiración. Trato de no mostrar cuán pequeño Yoon Oh me hace sentir.

El Fantasma me da una de sus raras sonrisas.

—Principalmente oro, pero también poder. Posición.

—Muchas cosas que no tiene —menciona la Bomba.

—Pensé que éramos amigos —dice Yoon Oh sin entusiasmo.

—Voy a llevarlo atrás —digo, poniendo mi mano en la parte superior de la silla marcando mi propiedad. Necesito sacarlo de la habitación antes de que me venza delante de ellos. Necesito alejarlo ahora.

—¿Y hacer qué? —pregunta la Cucaracha.

—Es mi prisionero —les recuerdo, poniéndome en cuclillas y cortando las tiras de mi camisa, todavía atando sus piernas a la silla. Me doy cuenta que debe haber dormido de esta manera, sentado derecho, si es que acaso durmió en absoluto. Pero no parece cansado. Me sonríe, como si la razón por la que estoy de rodillas es porque estoy haciéndole una reverencia.

Quiero borrar esa sonrisa de su rostro, pero tal vez no pueda. Quizás él seguirá sonriendo de esa manera hasta su tumba.

—¿No podemos quedarnos aquí? —pregunta Yoon Oh— Hay vino aquí.

🦋 JaeYongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora