¡ cap 5 !

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Iván metió las manos en su pantalón de chándal y bostezó casualmente. Era temprano en la mañana, por lo que se encontró a Rodrigo corretear en el interior de la pequeña cocina. Se quedó en la entrada observando la espalda del más pequeño.

Rodrigo tenía el cabello castaño y algo desordenado. Parecía recién levantado de la cama, como él. Pero a diferencia de su pantalón gris ancho y su camisa blanca, el más bajo vestía un short blanco que le cubría a la mitad del muslo y un suéter enorme de color negro.

Iván miró brevemente las piernas del omega y tragó saliva con nerviosismo. Podría ocultar ser delta, pero estaba preocupado por su celo. Su calor era mucho más frecuente e intenso que el de un alfa normal. Tendría que tomar sus previsiones y, si hacía falta, irse del apartamento durante los días que durase.

Pero, ¿A dónde?

Fue arrancado de sus pensamientos cuando notó a Rodrigo desprender una pastilla de una tableta platinada. Lo escuchó maldecir por lo bajo y pasarla con agua, por lo que su curiosidad fue más fuerte, y preguntó:

—¿Estás enfermo?

Ante la repentina voz, el omega se exaltó y terminó ahogándose con el agua. El delta se acercó rápidamente y lo ayudó a recomponerse, dándole pequeñas palmaditas en la espalda.

Rodrigo inhaló y exhaló un par de veces—: ¿Qué demonios? Me asustaste...

—Lo siento.

Iván lo vió recuperar el aliento y cruzó los brazos. Rodrigo limpió la comisura de su boca, viéndolo con la mirada cristalina.

—No estoy enfermo —respondió brevemente, continuando su labor de preparar un sándwich—. Es decir, lo estoy. Pero... Uhm... Es complicado de explicar.

—Entiendo. Pero, ¿Estarás bien?

Rodrigo detuvo su tarea y desvió la mirada hacia Iván. El más alto mostraba una genuina preocupación, lo que lo hizo sonreír dulcemente, y le dio un golpe juguetón en el pecho. Iván casi sonríe.

—Claro que sí, hombre. No es nada tan grave —musitó comenzando otro sándwich extra para Iván. Éste notó cómo su sonrisa caía gradualmente, dejando de lado su voz alegre—. Sólo... Mi celo no ha vuelto desde hace meses y mi aroma desapareció. Tú no lo notas, pero muchas personas creen que soy beta por eso. Y gracias a mi condición, no podía aceptar que alfas vivieran conmigo. El aroma de un alfa sólo sabotearía mi tratamiento.

Iván observó a Rodrigo con curiosidad. Nunca había escuchado algo similar. ¿Un omega que pierde su celo? Era imposible.

Rodrigo hizo un mohín mientras untaba un poco de mayonesa al pan.

—Realmente odio ir al doctor cada semana —se quejó con un puchero, casi hablando para sí mismo—. Prefiero quedarme a escribir.

Iván conservó el silencio por unos minutos hasta que se le fue extendido un emparedado de parte de su compañero. Agradeció el gesto y, mientras bebía un poco de jugo de naranja, entró brevemente en pánico.

¿Existía la posibilidad de que su presencia sabotease el tratamiento del pequeño omega? Después de todo, él alguna vez fue alfa.

Sacudió las ideas de su mente, lejos de la vista de Rodrigo. Era imposible. Su olor no era el mismo después de la mordida, y su aroma de delta era cubierto con neutralizadores. No había forma de que aquello perjudicase la salud del omega.

O eso quería creer.

—Iván, éste sábado iremos a una exposición de arte en la facultad —musitó Rodrigo pasando justo por su lado mientras manejaba su cabello. Estaba casi listo para partir a clases, al contrario de él, que su horario comenzaba justo una hora después—. ¿Quieres venir? Iremos con Tomi.

Iván dirigió su mirada al omega y asintió sin pensarlo. No tenía algún plan para ese día, y aunque quizás Tomás lo mirara raro, estaba dispuesto a ir para apreciar el arte de los demás estudiantes.

Además, podía conocer un poco más a aquel omega de sonrisa linda.

—Claro. ¿A qué hora será? —Preguntó desbloqueando casualmente su teléfono. Ya era tiempo de comenzar a vestirse.

Rodrigo dió pequeños saltos de alegría ante sus palabras y recogió su mochila, dispuesto a irse—: Al mediodía. Nos vemos en la cafetería, adiós.

Iván sintió un pequeño toque cálido en su mejilla y se quedó inmóvil. Cuando volteó el rostro y lo observó, Rodrigo tenía una sonrisa brillante con un par de mejillas rosas.

—Adiós —se despidió el falso beta, con la voz un poco descolocada por la impresión. Vió a Rodrigo dar saltitos hacia la puerta, seguido del sonido de la misma cerrándose.

Iván se mantuvo quieto por un par de segundos más antes de volver a su teléfono. No sabía porqué Rodrigo le había dado un beso en la mejilla de despedida, con tanta confianza y alegría, pero era seguro que un pequeño apretón cálido en su pecho había causado.

—revivió la leyenda pa.

𝗩𝗜𝗡𝗘𝗚𝗔𝗥 𝗦𝗠𝗘𝗟𝗟 «Cᴀʀʀᴇ x Sᴘʀᴇᴇɴ» omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora