¡ cap 7 !

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Rodrigo y Iván permanecieron juntos durante una noche, platicando y jugando a videojuegos sin importar la hora. A Rodrigo se le daban mejor los juegos competitivos que a Iván, venciéndole reiteradas veces, y divirtiéndose al ver su puchero de mal perdedor.

El omega había preparado dulces caseros con gelatina y frutos rojos, ya que según él eran más saludables. Al supuesto beta no le importó realmente, sólo sonreía con ternura al notar los pequeños caramelos en forma de corazón. Tampoco era que supieran mal; se mantuvo a sí mismo masticando uno tras otro durante las partidas.

A la mañana siguiente, fue Iván quien despertó al más pequeño. El omega se había enredado entre las cobijas y apagado la alarma sin darse cuenta. Cuando abrió los ojos y se dió cuenta de la hora que hacía, se vistió rápidamente y llevó a Iván a desayunar afuera. No le había quedado demasiado tiempo. Ambos pidieron unas rosquillas y café cargado en una cafetería.

—Moriremos con tanta azúcar —expresó preocupado el pelinegro al ver las bolsas de comida que comería después de la primera clase. El falso beta canturreó feliz.

—Si es que la universidad no nos mata antes.

Ambos muchachos se dirigieron a sus respectivas clases sin saber a qué hora volverían a verse. Rodrigo entró puntual a su clase, a pesar de que el profesor no había llegado, y para su suerte pudo encontrarse a su mejor amigo en la cafetería.

Tomás frunció el ceño al verlo abrir la bolsa con cierto desespero, casi como un zombie.

—¿No desayunaste?

—No. Desperté tarde y no estaría aquí de no ser por Iván—frunció el ceño, dándole un trago a su café frío. A esas alturas no le importó en lo absoluto la temperatura—. No sabes lo ansioso que he estado toda la mañana por comer.

—¿Y por qué tanta azúcar en la mañana? Siempre dices que es malo.

—Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas —musitó bajo la mirada atónita del beta. Sacó una rosquilla y le dió un gran mordisco, mirando alternativamente hacia la puerta, inconscientemente esperando a que cierto chico la cruzara para acompañarlos durante la comida—. Además, a Iván le pareció una buena idea.

—¿Viniste con él? —Rodrigo asintió con la garganta. Su mejor amigo cruzó los brazos y negó cuando el pelinegro le ofreció un bocado—. ¿Qué es esto? Ahora parecen una parejita cursi.

Rodrigo casi escupe su café de la impresión.

—No somos novios.

—Lo sé. Pero últimamente dan un aire de novios muy extraño —examinó el rostro de Rodrigo cautelosamente, siendo testigo de la coloración de sus mejillas regordetas. Se burló de ello, importándole poco si la mesera los observaba extraño—. ¿Te gusta?

—N-no, bueno, admito que es atractivo y buena persona, pero...

Tomás esperó la continuación de la frase, pero nunca llegó. Rodrigo se encargó de devorar más de aquella rosquilla y parte de la siguiente en total silencio, perdido en sus propios pensamientos. Como si estuviera en medio de una batalla mental.

El mayor pidió lo mismo de siempre y conservó el silencio, sumiéndose en sus pensamientos de igual manera, hasta que Rodrigo cambió el rumbo de la conversación hacia el festival de la facultad de artes, mostrándose especialmente emocionado. Como era usual en él.

El beta pálido tenía la impresión de que la afirmación de Rodrigo no había sido del todo sincera. Podía notar que había algo que Rodrigo no se atrevía a siquiera admitir hacia sí mismo, pero no tenía la certeza sobre qué podía ser.

Y tenía la sensación de que algo no iba del todo bien con aquel beta alto. Pero, una vez más, calló y siguió comiendo, quejándose de que la profesora estaba siendo especialmente ruda ese mes.

𝗩𝗜𝗡𝗘𝗚𝗔𝗥 𝗦𝗠𝗘𝗟𝗟 «Cᴀʀʀᴇ x Sᴘʀᴇᴇɴ» omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora