¡ cap 15 !

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Rodrigo cerró con angustia la puerta del apartamento, despojándose de sus zapatos con descuido. Estaba más que disgustado. Iván le estaba ocultando algo, y no había reparado en las señales hasta que el doctor se lo planteó. Estaba confundido, asustado y enojado.

Él no podía estar viviendo con alguien que no era quien decía ser.

Corrió hacia la sala, encontrándose con la mirada confusa del supuesto beta. Éste tomaba una lata de cerveza mientras estudiaba, pero al parecer el ruido y las maldiciones que había provocado Rodrigo le llamaron la atención.

Jamás había visto al omega tan enojado.

—¿rodr-?

—Dime,  —habló Iván firmemente antes de que el más alto pudiese pronunciar algo. Éste tragó en seco al ver la expresión seria del omega, interrogante y decepcionada—. ¿Realmente eres un beta?

El corazón del delta casi se estrella contra el suelo en ese momento. Su pulso se paralizó y pudo haber dejado caer la lata de su mano con tan sólo un movimiento.

Rodrigo ya lo sabía. Lo echaría. Lo odiaría.

Lo perdería.

—Y-yo...

—Mírame, Iván. Dime la verdad —gruñó—. Los resultados de mis exámenes apuntan a que estoy viviendo con alguien que influye en el comportamiento de mi lobo. No sé quién eres, no sé con quién he estado viviendo. Tal vez seas tú el culpable de mis altibajos hormonales, y te pedí que fueras sincero conmigo la primera vez que hablamos, por mi salud. ¡Mi salud! —Alzó las manos para hacer énfasis. Iván se encogió en su sitio—. Así que sólo te pido la verdad. Háblame con sólo la verdad, Iván. Necesito encontrar a mi predestinado y quiero saber si eres un delta.

Iván se congeló al ver en los orbes de Rodrigo un ligero color marino. Sabía que las emociones del omega estaban saliéndose de control, más por el tono desolado que utilizó al hablar, y no pudo mentirle. No tuvo el valor para decir otra mentira.

Separó los labios, dejando el móvil y la lata de cerveza sobre la mesa de centro. Su frente comenzó a sudar frío, sabía que pronto sus feromonas saldrían a la luz gracias a las intensas emociones que sufría en ese momento. Estuvo a punto de afirmar que no era un beta, cuando el timbre de la entrada sonó.

Rodrigo dió un respingo, asustado. Aquel sonido había cortado el ambiente pesado y tenso que se formó en esos segundos. El castaño le dirigió una mirada antes de volver a la entrada y abrir la puerta, permitiendo a Iván respirar por un momento.

La voz del señor Nicolás bajó los humos de Rodrigo.

—Rodrigo , hola, ¿Cómo estás? —el omega casi casi responde, pero el hombre parecía lo suficientemente apresurado como para no escucharlo—. Oye, el mantenimiento para la calefacción ha llegado. Cortaremos el aire por al menos dos horas —Rodrigo pestañeó un par de veces, abriendo la boca para decir algo de nuevo, pero la mano del viejo hombre se posó sobre su hombro amistosamente—. Sólo quería avisarte eso... ¡Ah! Y gracias por pagar a tiempo —lo vió sonreír educadamente antes de hacer una breve venia, apuntando a la puerta consiguiente para seguir avisando sobre el corte del servicio—. Adiós.

—Adiós —apenas pronunció, cerrando la puerta con una mueca de desagrado. Su mano se volvió un pequeño puño, apretando la manilla con —tal vez— demasiada fuerza.

Lo que faltaba.

De sus pulmones brotó un suspiro. Su cabeza comenzaba a palpitar y aún se sentía tembloroso por descubrir la verdad sobre su compañero de piso. Se había sentido tan triste durante todo su camino de regreso de la clínica, que todo lo que quedó en su cuerpo fue la furia. Una furia incontenible, recordando las pastillas misteriosas, el aroma a vinagre y el misterioso celo.

Él había tenido una sola condición. Y había sido engañado.

¿Y por quién? ¿Un alfa, delta, beta? ¿Su compañero predestinado? Él no lo sabía. Estaba viviendo con alguien desconocido.

Estuvo a punto de moverse cuando un gruñido erizó los vellos de su nuca. Un gruñido casi animal, salvaje, grave y profundo. Casi se sintió acechado cuando observó a su costado y se encontró con los ojos rasgados de Iván observándolo.

Y, Dios... La luz tenue del pasillo hacía ver su piel más bronceada, tersa y peligrosa. Casi como un feroz cazador que lo observaba como si él fuera su presa.

Y en lugar de sentir temor, vulnerabilidad, incomodidad... O siquiera enojo; su pecho se contrajo y su cuerpo se paralizó instantáneamente. Como si su corazón dejase de latir y su respiración se cortara.

Temió. Pero por la reacción de su cuerpo a la presencia del contrario, casi animal; cuando de sus piernas comenzó a escurrir el lubricante natural.

𝗩𝗜𝗡𝗘𝗚𝗔𝗥 𝗦𝗠𝗘𝗟𝗟 «Cᴀʀʀᴇ x Sᴘʀᴇᴇɴ» omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora