Rodrigo regresó al apartamento compartido justo el día posterior, en una hora relativamente temprana. Él debió asistir a la universidad, pero su estado anímico le impidió levantarse para ir a estudiar. Tan sólo quería llegar a casa, darse una larga ducha y dormir por el resto del día. La marca en su cuello apenas era perceptible en ese punto; aún a pesar de estar fresca, el dolor se había apaciguado y ya no recibía ningún sentimiento a través de ella. Se sentía genuinamente intrigado por ello, y aunque tenía muchas preguntas en mente, prefería descansar.
Con desgano abrió la puerta del apartamento e ingresó, tratando de no hacer demasiado ruido. Vagamente se despojó de sus zapatillas, colocándolas descuidadamente en el pequeño estante de la entrada. Sus ojos seguían pesados debido a que también había llorado por un buen rato en la mañana, demasiado sensible e intranquilo como para reconocerlo. Tomás le había preguntado si quería quedarse un poco más con él y Pedro —su compañero de piso—, pero Rodrigo ya había tomado una decisión.
No podía escapar de la realidad para siempre, y evitarlo sólo haría la agonía más larga y pesada.
No estaba seguro de qué esperar de su relación con Iván a partir de ahora. Ni siquiera estaba seguro de cómo catalogar su relación. Habían sido compañeros, amigos, luego mágicamente tuvieron un revolcón y ahora portaba su marca en el cuello.
Si no hubiesen usado protección, estaba seguro de que estaría esperando un bebé de él. Como la cereza del pastel.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal con aquel último pensamiento y se adentró al lugar, lento, como si tuviera miedo de llegar allí. Y lo encontró a él. Iván estaba justo al frente, dándole la espalda, con el teléfono en mano como si estuviera en medio de una llamada.
Rodrigo tragó grueso. Aquello no le daba buena espina, pero siguió adelante.
Caminó lentamente más cerca de él, y cuando Iván finalmente dió por terminada la conversación, carraspeó para llamar su atención.
—Hey.
El rostro del delta palideció por un segundo al verlo de regreso. El omega se veía diferente; un poco marchito, con el rostro apagado y los labios pálidos, pero de alguna manera seguía luciendo hermoso como siempre. Sobre todo con la marca que relucía en su cuello poco cubierto por aquel gran chaleco amarillo. Rodrigo sintió un revoltijo de sentimientos atravesar su pecho e intensificarse en la marca de su cuello, como si estuviera recibiendo exactamente lo mismo del otro. Nervios, alivio, timidez. Ambos apenas pudieron conectar miradas por unos segundos, los recuerdos de lo que pasó seguían latentes en sus pieles.
—Hola.
Rodrigo se encaminó hacia la barra de la cocina y dejó el teléfono sobre la mesa.
—¿Fuiste a la universidad hoy? —Preguntó casualmente, intrigado por encontrarlo allí a esa hora. Sabía que sus horarios podían ser distintos, pero los jueves al mediodía Iván tenía clase...
El delta negó, tomando asiento en uno de los sofás y cruzando las piernas. Observó su teléfono como si estuviera centrado en un asunto importante.
—No.
—¿Por qué no? —Quiso saber. Pero Rodrigo no pensó que la respuesta le afectaría más que un puñetazo en el rostro.
—Estoy buscando un piso.
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𝗩𝗜𝗡𝗘𝗚𝗔𝗥 𝗦𝗠𝗘𝗟𝗟 «Cᴀʀʀᴇ x Sᴘʀᴇᴇɴ» omegaverse
RandomRodrigo, un omega con muchos problemas de salud, necesita un compañero que le ayude a pagar la renta. Acepta a cualquier persona con la única condición de que no sea alfa. Iván, un delta que acaba de llegar a la ciudad, necesita un lugar donde vivir...