¡ cap 8 !

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Rodrigo bostezó mientras frotaba sus ojos perezosamente. Había ocupado la noche anterior en estudiar duro para un examen que se llevaría a cabo más tarde, además de la entrega de pequeños trabajos literarios. Se hallaba agotado. Apenas pudo dormir un par de horas, por lo que supuso que su aspecto podría verse masacrado.

Suspiró y se dirigió a la despensa de la cocina. Quiso encontrar las pastillas del tratamiento, pero no las halló allí. Un mohín se asomó por sus labios mientras meditaba, dirigiéndose a la sala de estar.

Sobre la mesa de centro se encontraban algunos libros abiertos y cerrados, dejando en evidencia que Iván tampoco había tenido una buena noche. Bufó internamente, maldiciendo la vida del estudiante. Sin embargo, todo pensamiento fue barrido de su mente en cuanto dió con un bote de pastillas.

Se acercó y lo observó mejor, frunciendo el ceño con decepción. No era lo que estaba buscando. De hecho, ni siquiera eran de su pertenencia.

Un atisbo de curiosidad creció al permanecer de pie, observando el pequeño bote de color azul. Parecían supresores. Extendió la mano en dirección del objeto para confirmar sus sospechas, pero de inmediato se detuvo.

No debía husmear sobre las cosas ajenas, mucho menos si no tenían la confianza suficiente, como la tendría con Tomás. Apenas llevaban un par de semanas conociéndose, no quería ser descubierto merodeando en asuntos ajenos. Daría una muy mala impresión.

Colmó su curiosidad con la suposición de que serían supresores para betas. Después de todo, los betas también sufrían de las épocas del calor; sin compararse a los celos de alfas u omegas, que por naturaleza tendían a ser más salvajes.

Suspiró alejándose hacia el baño, buscando las pastillas del tratamiento por allí. Quizá estaba siendo demasiado olvidadizo. Cuando finalmente las halló junto al lavamanos, resopló cansado y volvió a la cocina para pasar su dosis diaria con un buen vaso de agua.

Los betas son extraños, pensó mientras dejaba el vaso de cristal sobre la isla de la cocina y verificaba la hora.

Era extraño que Iván no hubiese despertado para entonces. Así que, caminando tranquilamente, se dirigió a la habitación paralela a la suya.

La imagen de un Iván dormido sobre los libros gruesos, con los rayos del sol iluminando la mitad de su cabello oscuro y unos lentes gruesos de pasta cayendo de su rostro, le hizo sonreír levemente. No pudo evitar apiadarse de él y se acercó para cubrirlo con una manta, cuidando de no despertarlo.

Rodrigo observó por unos segundos el atractivo perfil del más alto, sonriendo inconscientemente. Quizás, y sólo quizás, podría dejarlo descansar un poco mientras preparaba el desayuno. Después de todo, no había prisas.

Se retiró de allí, extrañado al percibir un suave y casi imperceptible olor a vinagre.

Poco rato después, Rodrigo volvió a ingresar a la habitación con un plato de waffles con miel y un vaso de chocolate. Dulce, tan dulce como la voz que utilizó para despertar a Iván . El falso beta se removió un par de veces y gruñó en protesta, cediendo después de un minuto.

Iván frunció el ceño al ver la sonrisa luminosa del más bajo, intrigado al verlo en su habitación con comida en mano que olía demasiado bien. No dudó en relajarse después de estirarse, quejándose del dolor de su espalda al dormir en una posición poco favorable.

Rodrigo no dijo nada. En cambio, dejó el desayuno en el escritorio y volvió a su habitación con calma. Iván contempló su espalda al retirarse, sintiendo su estómago gruñir y su pecho apretujarse cálidamente.

Bueno, aquella era una manera poco común de despertar. Pero había sido un gesto muy lindo. No pudo evitar enrojecer, pensando en lo amable que podía llegar a ser Rodrigo .

𝗩𝗜𝗡𝗘𝗚𝗔𝗥 𝗦𝗠𝗘𝗟𝗟 «Cᴀʀʀᴇ x Sᴘʀᴇᴇɴ» omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora