No llevo en esta casa ni dos horas y creo que ya voy borracha. No mentían con lo de que la experiencia universitaria puede llegar a ser un nuevo mundo y un nuevo estilo de vida.
Tras el susto con Logan, necesitaba esa copa de vino. Y quizás más de una. En mi defensa voy a decir que el vino era blanco, y lo agradezco, porque el rojo no me gusta, lo noto muy pesado, el blanco es más dulce. Y, como entra más fácil, te emborrachas con más rapidez. Mamá no se lo creería si le contara todo lo que ha pasado en estas últimas horas. O, seguramente, me haría pedir una habitación en la residencia de la universidad.
Willow aparece en el comedor con el vaso de vino en la mano y me mira con una sonrisa tonta.
—¿Sabes lo que quiero hacer?
Yo estoy sentada tranquilamente en el sofá, con las piernas sobre mi pecho.
—Sorpréndeme —digo dando un trago.
—Quiero poner un reality de esos mierdosos, me la suda que no me gusten. Necesito quitar de mi cabeza el sonido constante de los comentaristas de fútbol.
Se pone a rebuscar por la estancia, abre cajones y los cierra con más fuerza de la necesaria. Podría ayudarla, pero sinceramente no sé dónde está nada. Además, es gracioso verla de esta forma. La pobre sí que estaba desesperada por mi llegada. Eso me hace sentir un poco bien. ¿Está mal sentirme así? Quizás, pero saber que te quieren tener en algún sitio me hace sentir un tanto importante.
A ver, no debo precipitarme. Solo llevo en esta ciudad unas tres horas.
—¡Lo encontré! —grita y se levanta de golpe.
Corre hasta mi lado y se sienta en el sofá. Me da pena apartarme cuando está claro que se siente un tanto cariñosa conmigo. Lo asocio al alcohol. Apoya su cabeza en mi hombro y se remueve en su sitio, poniéndose cómoda. Yo no me muevo. No sé qué hacer.
—¿Qué te gusta ver? —pregunta encendiendo la televisión.
—Pon lo que tú quieras —digo.
Porque, sinceramente, no tengo ni idea de lo que me gusta ver. Nunca he tenido el control de la televisión. Cuando ceno con mi madre de noche, ella siempre pone las noticias, aunque después terminamos hablando por encima del volumen. Así que no tiendo a ver ningún programa en concreto. Bueno, mentira, de pequeña sí que miraba algunos. Me acuerdo de que mi madre estaba obsesionada con ver un programa de un tal encantador de perros. Yo lo veía porque los perritos me parecían adorables, y ella porque... La verdad no sé por qué. Nunca se lo he preguntado.
Al final se vuelve a levantar y aparece con una botella de un color marrón.
—Creo que un poco más no nos va a venir mal —sonríe maliciosamente.
—¿Cuánto me quieres emborrachar, Willow? —me levanto.
Me termino la copa de vino blanco y agarro la botella ya vacía. Voy hasta la cocina y la tiro en la papelera del vidrio. Mi nueva compañera de piso abre de repente la nevera, y la cierra de golpe.
—¡Mierda, la compra!
Joder, vaya acento tan irlandés acaba de salirle.
Su sonrisa de antes desaparece en un santiamén. Ay no. No. No. No. No. Que no llore. Se me da fatal tranquilizar a la gente. Si llora voy a entrar en pánico.
—Los chicos me van a matar.
Se pone las manos en la cara para tapársela.
No, Willow, no, por favor.
—Qué horrible soy —dice.
Me acerco unos pasos y veo sus ojos rojos. Le quito las manos de la cara y se las cojo con delicadeza para que me mire.
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Cállame con besos [COMPLETA]
Teen Fiction¿Seguir las normas y lo establecido? Esa ha sido la vida de Brielle durante todos estos años. Ahora llega la universidad, una mudanza, gente nueva y decisiones propias. Brie tiene cientos de gritos en su interior que quiere soltar, pues lleva tant...