IV

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Vueltas y más vueltas. Mi cabeza no logra estarse quieta, pero cuando abro los ojos todo está quieto. Nada se mueve. Aún entra un poco de luz por la ventana, no debe ser muy tarde. ¿Dónde estoy?

Esta no es mi habitación.

¿Cuándo volvía hoy mamá de trabajar?

Me levanto lentamente de la cama y pongo los pies en el suelo. Vale, esta no es mi habitación. Al menos no es la habitación en la que me he criado, aquí las paredes son blancas, la colocación de los muebles es distinta. Ya me acuerdo.

Universidad. Piso compartido. Compañeros nuevos.

Willow.

¿Cómo está Willow?

Encuentro las zapatillas de ir por casa, aunque soy más de calcetines, me intento peinar el pelo, pero aún sigo con la trenza en casi perfecto estado. Tengo un regusto raro en la boca. He vomitado. La vergüenza me invade. Vale, me acuerdo de todo. Y cuando digo todo, es todo. Ryker desmayado por mi culpa, Willow borracha, los macarrones que seguramente estarán más fríos que un helado y yo vomitando en la taza del váter. ¿Lo peor? No estaba sola. El otro compañero de piso me ha visto dejándolo todo. Me quiero esconder debajo de una roca. No, quiero pillar el primer vuelo de vuelta a casa y encerrarme en mi habitación hasta que todos olviden lo que ha ocurrido.

Aún estoy a tiempo de no salir de mi nuevo cuarto.

A malas puedo vivir una vida de vampiro. Solo viviendo en la oscuridad, cuando todos duermen, de esa forma no sabrán de mi existencia.

Esa idea se esfuma cuando alguien da unos golpes delicados en la puerta.

¿Saltar por la ventana es una opción?

El pomo se mueve, ya no queda tiempo. La puerta se abre unos cuantos centímetros, pero nadie entra. En cambio, unas cabezas empiezan a asomarse. Veo los ojos azules de Willow primero, después a Ryker con su pelo oscuro y los auriculares en el cuello, y finalmente, a un pelirrojo con el pelo un poco ondulado corto. A ese no lo conozco. Yo me quedo quieta, de pie, mirándolos. Ellos también me miran.

—Bueno, al menos está consciente —dice Ryker por lo bajo.

—¿Crees que he sido mala anfitriona? —le pregunta Willow girando la cabeza.

—¿Sois conscientes de que nos está mirando y que estáis hablando de ella como si no estuviera ahí mismo? —suelta el chico pelirrojo mirando a mis compañeros.

Abren la puerta de golpe y se colocan de pie. Willow me mira con una sonrisa y las manos escondidas. Ryker está con las manos en los bolsillos y el otro tiene el brazo apoyado en el marco de mi puerta.

—Ahora mismo me siento bastante observada —entrecierro los ojos.

Se miran entre ellos y empiezan a pedir perdón y a balbucear cosas sin sentido que no entiendo mientras caminan por el pasillo, alejándose de la puerta. Cojo una sudadera del armario, ha refrescado un tanto. Camino calmadamente hasta que llego al comedor y están Willow y Ryker sentados en el sofá.

—¿Cómo te encuentras? —lanzo la pregunta.

—Mejor —responden los dos a la vez.

Intercambian una mirada y se ríen. Bien, me alegro.

El chico pelirrojo aparece de repente por la derecha y me ofrece un plato.

—No estarán tan buenos como recién hechos, pero los he calentado en el microondas para que no estén duros como una piedra.

—Podría haberlo hecho yo en un momento. No hacía falta.

Él solo me sonríe con labios sellados.

Cállame con besos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora