XIII

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Hay algo que me cabrea mucho, y eso es las personas que se creen el centro del universo. Que creen que pueden pisotearte como a una hormiga. Que piensan que lo que dicen es la verdad absoluta y que solamente ellos merecen respeto.

Así que, cuando entrego el trabajo en grupo de la asignatura, sonrío para mí misma. ¿Se pensaba que me iba a quedar callada? ¿Que dejaría que se llevara la nota por la que todos hemos trabajado menos ella? Así no funciona. Una consigue los créditos por su mérito. Cosa suya si creía que nos podía usar.

Cinco integrantes conformaban el grupo con el que he estado una semana hablando para que me enviaran sus partes. Cuatro son los que figuran al inicio del documento del trabajo. Y no me arrepiento de nada. Una hora antes de enviarlo le he escrito un mensaje bien claro.

Brielle: Como no has participado en el proyecto y tampoco nos has dicho ninguna excusa coherente. Tu nombre no estará en el documento. Buenas tardes.

A decir verdad, lo he rebajado mucho. En un principio le decía que esperaba no tener que trabajar con ella nunca más. Estoy orgullosa de mí misma. Creo que lo del cambio de aires sí que ha funcionado. En el instituto dejaba que me mangonearan y me usaran por las notas. Y, como eran mis amigos, no decía nada. Ya no estoy para esas mierdas.

Y menos cuando en breves hay época de exámenes.

Me levanto de la silla del escritorio en el que he pasado las últimas horas trabajando. Estoy extrañamente de buen humor. No, no estoy de buen humor, me siento de puta madre. Salgo al pasillo y camino con felicidad recorriendo mi cuerpo. La puerta se abre y veo a Willow soltando un largo suspiro. Sea lo que sea que le pase se disipa al momento en el que me ve dando pequeños saltitos por el parqué. No soy consciente de lo que hago quizás, pero le doy un abrazo y al separarme me mira sorprendida. Pero no me pregunta por eso, sino por otra cosa.

—¿Y esa sonrisa? —pregunta.

¿He estado sonriendo?

—Ah. Nada, cosas.

—¿Cosas? —deja la mochila en el suelo y cuelga el abrigo en el perchero que Ryker añadió el otro día al lado de la puerta de la entrada—. ¿Algo importante?

Empiezo a dirigirme al comedor, y me giro encogiéndome de hombros.

—He enviado a alguien a la mierda —sonrío orgullosa y me siento en el sofá.

Willow se cruza de brazos y da unos pasos adelante, con cara de no saber qué decir.

—¿Enhorabuena?

—Gracias —digo.

Unos segundos después empieza a reírse.

—Sí que te ha puesto contenta eso.

—¿Qué te ha puesto contenta? —Darren aparece, volviendo de clase, colgando también su abrigo, dándome la espalda. Al girarse, parece estar entre descolocado, sorprendido y agradecido. Una extraña combinación qué no sé cómo tomarme, pero no me importa—. ¿Y esa sonrisa?

—Ha enviado a alguien a la mierda —dice Willow.

—He enviado a alguien a la mierda —digo después, recarcándolo.

—¿La pija esa de tu clase? —saca el tema mi amigo pelirrojo.

—¿Tú lo sabías? —le pregunta mi amiga.

Antes de que nadie pueda responder, entra Ryker quitándose los auriculares y poniéndoselos en el cuello.

—¿Quién sabía qué? —dice sin saber nada.

—Lo de la pija de su clase —explica la rubia señalándome.

—¿Qué pija de tu clase? —me mira.

Cállame con besos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora