VIII

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No hace ni media hora que estamos en la terraza de la universidad junto a una chica llamada Stella, y dos otros compañeros. Stella, sinceramente, podría ser una doble mía. Viste completamente de negro, su pelo es marrón oscuro y luce gafas negras. Si no fuera por sus ojos azules y grandes, podríamos ser hermanas. Le intento dar un sorbo a la cerveza.

Definitivamente no me gusta.

Entonces, Willow me llama. Les digo que debo cogerlo y continúan la conversación en susurros para no molestarme. Lo cierto es que el tema no es ninguno en concreto, solamente vamos comentando las cosas que la profesora aguja, así es como la hemos bautizado por sus tremendos tacones, hacía al mirarnos. Esa expresión de superioridad y ganas de hacernos sufrir.

—¿Hola? —digo al coger la llamada.

—¿Brie?

—Sí... —entrecierro los ojos, dubitativa.

—¿Puedes venir a buscarme? No puedo ir caminando sola a casa.

Espero unos segundos, intentando conectar neuronas (que han quedado fritas por la sobrecarga de información de la clase).

—¿Qué pasa?

—Me he lesionado —noto cómo aguanta las lágrimas a través del móvil.

—¿Estás en la escuela?

—Sí.

No me lo pienso dos veces, respondo directamente con una voz firme.

—Voy.

Cuelgo la llamada y todos me miran. Tanto Stella como Paul y Michael, a quienes he tenido que preguntarles avergonzada sus nombres, puesto que no me acordaba. Les cuento que debo irme, le ofrezco toda mi cerveza, la cual no he tocado, a Michael, que parece que le gusta mucho más que a mí. Me da las gracias y se despiden diciendo que nos veremos mañana. Stella se despide ondeando la mano, yo asiento rápidamente la cabeza y con la mochila en mi hombro camino lo más rápido que puedo hasta la escuela de Willow.

Los pies se mueven a mil por hora, mis rodillas me queman de la velocidad a la que voy. Siento que mis axilas sudan y me deshago de la coleta para hacer un moño, pues el pelo me roza la nuca y me da más calor.

Llego sudando y jadeando, pero he podido hacer el recorrido en mucho menos de lo que esperaba. Veo a Willow sentada en las tres escaleras de piedra que hay al entrar a la escuela. Creo que siente mi presencia, pues su cabeza gira hacia mí en pocos segundos. ¿Ha llorado? Desde esta distancia sus ojos parecen un poco hinchados. Como si lo hubiese hecho. Joder. No sé consolar a la gente. La otra vez no se puede decir que la consolé, solamente le dí una solución. Veo cómo intenta levantarse pero hace una mueca que no me gusta nada.

—No te muevas —digo al llegar a su lado.

Se vuelve a sentar y suelta un jadeo de dolor, se toca el tobillo como puede.

Sin saber por qué, las alarmas en mi cabeza saltan. Se ha lesionado. Se ha lesionado de verdad y tiene clases de baile que hacer y atender. Conozco a Willow, al menos eso creo, y sé que esto le duele, y no solamente físicamente. Así que me siento a su lado y le pongo la mano en el hombro, dándole un pequeño apretón.

Sus ojos azules miran al suelo.

—Perdón, no sabía a quién llamar que pudiera venir.

—Cualquiera de los del piso hubiéramos venido.

—No quería preocuparos. Y menos a Ryker.

—¿Ryker?

—Se va a poner como una madre oso —intenta reír, sin embargo, noto cómo resopla y después su cuerpo empieza a temblar a su vez que escucho cómo solloza.

Cállame con besos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora