Respiro.
Aún está todo en silencio, pues me he despertado la primera por una clara razón: recoger la cocina. Ayer por la noche a Willow se le había metido entre ceja y ceja que quería cocinar algo, puesto que lleva estos últimos días sin ir a clase por la lesión y nosotros nos pasamos gran parte de las tardes estudiando. Bueno, eso supongo.
Mi rutina se ha vuelto llegar a casa, comer algo, y ponerme a leer los apuntes y escribir en un folio las cosas más importantes que hemos tratado en clase. Además de empezar a hacer un trabajo que ya nos han puesto para la semana que viene. Individualmente.
Así que ayer Willow anunció toda emocionada que haría la comida. Al entrar para rellenar mi cantimplora, creo que casi me dio un ataque al corazón al ver la habitación que mi amiga ocupaba completamente de utensilios, botes de vidrio, máquinas y alimentos. Quise apartarla del camino y encargarme yo. Cerrar la puerta de la cocina hasta que todo se terminara. Sin embargo, conseguí parar antes de que me diera un ataque de ansiedad, y solamente dije:
—Parece que haya pasado un zoo entero por la cocina.
—Ya... Es que soy un poco caótica en la cocina.
—No me digas —dije sarcásticamente.
—Juro que después lo ordeno.
Y aunque lo dijo, no lo hizo. Se quedó dormida en el sofá del cansancio. Ryker le pegó una pequeña bronca por haber estado tanto tiempo de pie y en movimiento. Sin embargo, la ayudó a meterse en la cama. Aunque siento que Willow ya puede caminar completamente. Se la ve bastante recuperada, quizás la lesión no haya sido tan grave. Quizás solamente se le torció.
Doy una vuelta en la cama, aún metida entre las sábanas.
—Vamos, levántate —me digo a mí misma.
Salgo y me pongo los zapatos para ir por casa, me recojo el pelo en un moño, no quiero que se me ponga delante de la cara. Agarro mis gafas para ver como una persona decente y voy hacia la cocina en completo silencio. Cierro la puerta sutilmente para no despertar a nadie. El reloj marca las seis de la mañana, una hora y poco antes de que mi alarma suene. Perfecto. Abro el grifo y empiezo a limpiar, sin embargo, me falta algo. Salgo corriendo hacia mi cuarto y al volver a mi trabajo conecto los auriculares al móvil. Poco a poco, sin darme cuenta, empiezo a tararear las canciones que se meten por mis oídos.
Lavando los platos, notando el agua ardiendo en mis manos mezclándose con jabón. Guardando las cosas en la despensa, aún en pijama, me deslizo de un lado hacia otro. Definitivamente me siento en casa. Tenía la costumbre de cocinar para mamá y para mí, siempre que podíamos nos dividíamos el trabajo, aunque por los horarios de ella gran parte del tiempo terminaba yo en la cocina. Me ponía las noticias, como ella tendía a hacer. Eran en esos momentos cuando cenábamos en la cocina que nos poníamos al día, o lo que podíamos. No solamente hablábamos de nosotras, sino de las cosas del mundo, de lo mal que iba el mundo, de lo triste de las situaciones que mucha gente vive.
He ido conociendo a mi madre poco a poco, a ratos, pero buenos ratos.
Sé que su color favorito es el turquesa, y que por eso pintó mi habitación de ese tono. Que escucha música de su adolescencia siempre en el coche y que lee libros de misterio cuando puede, porque no le gustan los de romance. Que desde pequeña ha querido un perro pero que no tiene el tiempo necesario como para cuidarlo bien, y cree que adoptar a uno sería egoísta por su parte al no poder estar con él y darle el hogar que se merece.
Metida en las canciones, noto una mano en la parte baja de mi espalda que me empuja con suavidad hacia un lado. Me aparto y veo a Darren agachándose para agarrar algo del armario de limpieza.
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Cállame con besos [COMPLETA]
Fiksi Remaja¿Seguir las normas y lo establecido? Esa ha sido la vida de Brielle durante todos estos años. Ahora llega la universidad, una mudanza, gente nueva y decisiones propias. Brie tiene cientos de gritos en su interior que quiere soltar, pues lleva tant...