XXVII

223 24 28
                                    

Algo me roza la cara, es suave, calmado, y al principio siento que es como si me estuvieran haciendo un masaje facial. Una voz grave se ríe por lo bajo y poco a poco mi mente termina de despertarse. Por un segundo, me pregunto por qué está Darren en mi cuarto, y después recuerdo la noche anterior. La ansiedad se había apoderado de mí y no encontraba forma de dormirme. Le había enviado un mensaje al chico pelirrojo preguntando si estaba despierto, segundos después estaba metido en mi cama contándome cuentos.

—Brie, hoy es el partido al que me dijiste que te apuntabas con los chicos. ¿Recuerdas?

—¿Qué? —abro los ojos directamente—. ¿A qué hora?

—En una media hora.

Me incorporo rápidamente y me choco contra él. Está sentado en mi cama, dun poco más y se hubiera llevado una hostia contra mi cabeza. Unos milímetros nos distancian. Sus ojos miel hoy brillan. Deberá haber dormido bien.

—Recuérdame que nunca acepte otro de esos partidos.

—Te lo pasarás bien. Y lo sabes —sonríe.

«Qué bonita sonrisa».

«No, basta».

—Deberíamos vestirnos —digo y me salgo de la cama.

No tengo ni idea de qué me pasa, pero siento que debo poner distancia. Y es que últimamente hemos pasado mucho tiempo juntos, y no sé por qué en parte me asusta y en parte no lo hace. Cuando abro las puertas de mi armario y me pongo a rebuscar cosas, Darren pasa por mi lado y pone sus manos en mis hombros, haciendo un pequeño masaje. Dios, estoy muy tensa, lo puedo notar. No obstante, el masaje me relaja.

—Gracias.

—No me cuesta nada. Voy a hacer algo para desayunar, no quiero que te me desmayes en medio del campo.

—¿Jugarás de colocador hoy también?

—Quizás me pongo un rato de punta. Estaría bien no perder la costumbre.

Le muestro una sutil sonrisa, y de repente está dos pasos más alejado de mí, cerrando la puerta y dejándome sola. Vale, tengo que ir rápido, me gustaría poder digerir un poco la comida. Me pongo los pantalones que le pedí a mi madre que me enviara por correo junto con mis rodilleras y mi antigua equipación. Se las pedí por si acaso. Finalmente volverán a tener utilidad por unas cuantas horas.

Al vestirme de una forma capaz de matarme por casi caerme de narices contra el suelo, me doy cuenta de cómo de deshecha está la cama. A la mierda el desayuno, no puedo dejarla así. Me pongo a colocar las sábanas bien, y joder, huelen a él. Basta. No. Ni de coña. Es mi amigo. Soy su amiga. Darren es un pilar en mi vida, me gusta estar cerca de él.

Ordeno un poco el escritorio y alguien llama a mi puerta. Mierda, la mochila. Corro hasta la otra punta de la habitación. A ver, no se trata de un campo de fútbol, así que llego en un segundo. Abro la puerta y parece que me voy a quedar sin aire. ¿Acaso me he peinado o algo?

Darren está con unas tostadas con mantequilla y mermelada y una botella de agua tan grande como mi cabeza.

—Se ha hecho lo que se ha podido —se encoge de hombros.

—Te adoro, gracias —le quito rápidamente el plato de las manos y voy pegando mordiscos mientras avanzo por el pasillo.

Mi amigo pelirrojo me sigue y me coge la otra tostada. Voy directa a la cocina y dejo el plato vacío. Nos miramos con la boca llena de comida. Esto nos pasa por no organizarnos mejor, lo cual se me hace extraño. Yo siempre me organizo.

—¿Seguro era esta semana? Me lo hubiera apuntado en la agenda.

—Sí —dice seguro y balbuceando, intento no reírme al ver que se le cae un trocito chiquito de pan al suelo.

Cállame con besos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora