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Mi mano está tensa, coge con fuerza las asas de la bolsa en la que he guardado los regalos. No voy a dejar que las dudas me entren. He hecho lo mejor que he podido, y eso que tampoco tengo mucha experiencia en esto de hacer regalos. Pero bueno, será lo que será. Ya no puedo cambiarlo.

—¡No te podrás esconder para toda la vida! —grita emocionada Willow desde el comedor.

Ella ya nos ha dado los regalos, ha querido que el primer regalo que yo abriera fuera el de ella y ha dicho con una gigantesca sonrisa:

—Por muchos años más de regalos —mientras yo no he podido evitar cogerle la mano y darle un apretón.

Así que cuando lo he abierto, he sonreído, y Ryker ha parecido darle un susto de muerte mi sonrisa. Aunque sé que lo ha fingido para pincharme. Miro mi cuarto, y vuelvo a sonreír al ver uno de los muchos pósters que voy a colgar en un futuro. Lana del Rey está colgada delante de mi escritorio, con una firma y todo. Respiro hondo, y salgo por la puerta. Todos me miran expectantes cuando me siento en el suelo con las piernas cruzadas.

—No me juzguéis, he hecho lo mejor que he podido —explico nerviosa.

—Seguro son geniales —me tranquiliza Willow.

Meto la mano en la bolsa, y saco el primero que encuentro. Resulta que es el de Ryker, se lo lanzo y él pone los ojos en blanco. Me costó un poco al principio, quería hacerle algo sentimental, o al menos intentarlo, pero he terminado yendo a algo más seguro. Le quita el papel de regalo, aunque más bien lo destroza y lucha contra los tres kilogramos de celo. Lo saca y lo extiende delante de su cara. La tela me tapa la visión, así que hasta que no veo que Darren me guiña un ojo, no sé si he acertado.

—No tienes tan mal gusto, Roquefort —dice Ryker.

Siento que el nerviosismo se disipa dentro de mí, pero me recuerdo que aún faltan los otros dos, y vuelvo a sentir ese retortijón en el estómago. Me alegro un poco cuando veo a mi amigo quitándose la sudadera que lleva, y se pone la que le he regalado yo, una de las sudaderas de Chase Atlantic con la foto del disco que de normal siempre escucha cuando piensa que está solo en casa.

Punto para mí.

Vuelvo a rebuscar en la bolsa, y con cuidado saco la pesada caja. La acerco con cuidado a los pies de Willow, quien parece que se le va a salir el corazón del pecho cuando lo desenvuelve y pega un grito al verlo.

—¡No puede ser!

—¿Qué es? —pregunta curioso Ryker y se pone a inspeccionar la caja.

—¡El vinilo color lavanda de Midnights! ¡Brie, te mato! ¡Me muero!

Dos segundos después se abalanza sobre mí y me caigo completamente al suelo.

—¡Que no se rompa que me da algo! —grito.

Willow nunca ha tenido la posibilidad de usar su tocadiscos, uno de los regalos que sus padres le hicieron al cumplir los dieciséis años. Pues los vinilos son caros y muy delicados. Me contó que se lo trajo aquí durante el primer año de la universidad, necesitaba algo de ellos en este lugar tan ajeno a ella. Finalmente podrá usarlo.

—Gracias —me da un abrazo gigantesco y se sienta otra vez en el suelo, tocando la superficie delicada con suavidad, casi acariciándola.

Vuelvo a respirar profundamente y saco el último paquete. Darren me está mirando con la cabeza ladeada, y no sé qué pensar. ¿Le gustará? Joder, espero que sí, porque esto ya pasa mucho más a lo personal, y me he tirado en plancha al pensar que quizás lo conozco. Sus ojos miel se fijan en mí, no en lo que tengo en las manos. Poco a poco se lo acerco, y se lo dejo en el regazo.

Cállame con besos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora