16. Quédate conmigo

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Durante la intervención Ash pronunció el nombre de Eiji mientras fruncía el ceño y lágrimas recorrían su rostro.

El rubio parecía descansar, pues no podía moverse por completo, sentía todo su cuerpo muy pesado. No estaba consciente de donde se encontraba.

¿Acaso estoy muriendo? Es muy tranquilo y pacífico. Es como si todo el dolor nunca hubiera ocurrido. La tristeza, la felicidad, todo. La muerte los quita gentilmente. Pensó el rubio.

¡No quiero que me veas así¡ Eiji recordó las palabras pronunciadas por Aslan, preguntándose a que se refería exactamente. Cerró los ojos por un momento, el cansancio le estaba ganando, no había comido ni dormido por la preocupación de saber como se encontraba el rubio.

— Eiji.— Sing lo movió un poco para llamar su atención.— ¿No crees que es mejor que duermas un rato? — Sugirió.

— No puedo, en cualquier instante el Dr. podría salir a darnos noticias.— Dijo mientras se sentaba en el piso del pasillo apoyando su cabeza contra la pared.

— Por eso no te preocupes, en cuánto salga te despertaré.

— No lo sé.— Contestó inseguro.

— Vamos muchacho, hazle caso a Sing.— Max llegó al lugar cuando Eiji le contó de la situación. Él también estaba preocupado puesto que se sentía responsable de Ash, no por el hecho de ser su tutor sino más bien porque lo consideraba como a un hijo.

— ¿Y por qué solo descansaré yo? ¿Eso no sería egoísta? — Insinuó el japonés.

— ¿Entonces crees que con un café estarás bien? — Propuso Shorter.

— Por supuesto.— Eiji aceptó el café a pesar de que lo consideraba bastante cargado para su gusto.

Después de beberlo, el japonés se mantuvo un rato despierto pero sus párpados se volvían pesados con el pasar del tiempo. Finalmente sucumbió al sueño y agachó la cabeza.

Al fin, la puerta del cuarto donde atendían a Ash se abría. El único que quedaba despierto a duras penas era Max, así que en cuanto vislumbró al Dr. guardó el celular y se acercó.

— El cuchillo llegó a su peritoneo, si me lo preguntas cualquier persona normal habría muerto. A simple vista parece ser alguien delicado, pero tiene un cuerpo fuerte como el hierro.

— ¿Entonces vivirá? — Preguntó Max.

— Si es lo suficientemente fuerte, sí.

— ¿Puedo entrar a verlo? — Meredith asintió.

Entró al cuarto donde se hallaba el chico postrado en la camilla.

Nunca pensó verlo de esa manera.

Solo esperaba que con los cuidados adecuados Ash saliera adelante sin ningún problema.

En la mañana el lince despertó.

— Todavía no pude morir ¿eh? — Articuló Ash mientras abría los ojos. Giró su cabeza para mirar a Max.

— ¿Qué cosas dices? Es bueno que estés vivo. ¿Cómo te sientes?

— De la mierda. ¿Dónde está Eiji?

— Está afuera, creo que sigue durmiendo, pero le avisaré que despertaste.

Eiji yacía dormido en el piso, repentinamente entreabrió los ojos y se percató de que Max salía de la habitación para posteriormente dirigirse a él y notificarle que su novio ya había despertado.

Se levantó rápidamente del piso y entró al lugar.

— Al fin despiertas, Ash.— Eiji tomó asiento a un costado de la camilla.

Quiero conocer tu mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora