Alice

82 8 0
                                    

Cuando desperté Harvey dormía. La habitación estaba en penumbra, no sabía qué hora era.

Saqué mi teléfono del bolsillo trasero de mis jeans 8:30 pm. Me costó un poco enfocar la pantalla por el brillo que desprendía, tenía los ojos pegados. Necesitaba un baño urgente.

Cielos, no sabía ni a qué olía en ese momento, nunca me había
sentido tan sucia.

Busqué en mi maleta una camiseta rosa ancha y cómoda de esas que tienen lindos letreros y las chicas usamos solo con una braga al estar por casa, pero claro que yo no estaba tan loca como para quedarme en bragas mientras compartía la habitación con un chico que no era nada mío.

Así que saqué unos leggins oscuros y mis chanclas, no
estaría sexy pero sí cómoda, tomé el neceser y me fui al baño.

Estaba en el paraíso, nadie me había avisado que una ducha de agua caliente se podía sentir como el mismísimo paraíso, era Eva tomando un baño en una cascada cálida del Jardín del Edén.

El agua corría por mis curvas y terminaba en el suelo de la ducha, relajando a su paso mis brazos y piernas. Lavé mi cabello hasta que la esencia del champú impregnó de su aroma el vapor del baño.

Saldría de aquí completamente revitalizada, la imagen que al entrar me reflejó el espejo era de espanto.

Tenía el cabello enmarañado, mi cara estaba surcada por las líneas del cobertor de la cama y pálida como recién salida de una tumba.

Suerte que Harvey no llegó a verme así, que yo tenía una imagen que mantener.

Mi estómago rugió una cuantas veces, no sabía cuándo fue la última vez que había comido, creo recordar que fue ese jugo dietético que me dio la aeromoza, por equivocación por supuesto, si al menos me hubiese prestado atención en vez de comerse a Harvey (quien por
cierto en ese momento estaba enfrascado en revisar unas notas en su
Tablet) con la vista me hubiera escuchado pedirle que solo tomaría
una Cola.

Qué atenta ella, ¿cierto?

Cuando salí del baño Harvey se masajeaba las sienes. Me disculpé
por si lo había despertado, pero solo era un dolor de cabeza producto del jet-lag, seguro, a mí también me estaba pasando factura. Ambos teníamos hambre y me ofrecí a buscar algo de comer.

Los pasillo del hotel estaban tranquilos a esa hora, esperé encontrar movimiento cerca del hall pero tampoco.

En el pequeño restaurante
de abajo pedí pastas y algo de beber. Mis ojos se giraron hacia unos deliciosos dulces de la vitrina, ese pastel de chocolate era tentador, tuve que probarlo, el dulce era mi debilidad, un pedacito de nada no me haría engordar, claro que con una vez era suficiente.

Subí con la comida a la habitación nuevamente.

Todo por las pastillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora