CAPÍTULO 8

36 5 0
                                    

No habrán más invitaciones

—¿En serio te digo Barbie de mierda? Guau... —Regina sacude su cabeza con una pequeña sonrisa en sus labios.

Doy un trago largo a la botella y el ardor por mi garganta no se hace esperar.

Mantengo la misma expresión vacía de los últimos veinte minutos, pero nuevamente soy interrumpida por sus constantes intervenciones.

—¿Qué piensas hacer?

—No lo sé... —admito en voz baja— En serio la quería.

—Lo sé y por eso lo siento —expone tomando mi mano sobre la mesa—, pero según lo que me dices, esto está empezando a escalar.

—Me preocupa el señor Reynolds. Él no tiene nada que ver en esto. —tomé aire y lo sostuve por unos segundos.

Estamos en un bar pequeño cerca del restaurante, luego de vernos en el trabajo, supliqué por amigos que me escucharan y una cerveza que me consolarla. Desgraciadamente mi compañero no está disponible esta noche. Olvidé por completo que hoy era el cumpleaños de uno de sus amigos de la facultad, así que solo somos Regina y yo. No me quejo. Al parecer es la única amiga que tengo.

—Es que, de verdad, se tiene que ser muy miserable para... —se corta mitad de oración suspirando ante mi cansada mirada —lo siento.

Niego mi cabeza. Restando importancia y ahogo los problemas tal como lo haría un borracho.

«El tío debe estar orgulloso»

—Al final, ¿qué pasó en el distrito?

—Me citaron para mañana. —la mueca se cuela en mi gesto sin posibilidad de frenarla.

—¿Y a los idiotas que te empujaron?

—No. —la negativa sale amarga y quema más que el trago de whisky —Solo a mí.

—Tienes que estar de broma... Esos hijos de perra. Tienes que decirles todo, completito, de la A hasta la Z. Esos imbéciles no pueden quedar así como así.

—No es tan fácil. —explico —No solo causé un revuelo, sino que también desobedecí a una orden directa.

—¿Cuál?

—No interactuar con los presos.

Ella se quedó en silencio un par de segundos antes de intentar formular otra pregunta relacionada, pero yo ya no quería seguir respondiendo.

—Mañana tengo que ir a primera hora,  pero antes iré a hablar con mi profesor, debo avisarle de todo. —me levanto con la rapidez propia de una persona alcoholizada, tambaleo un par de veces, pero al final, logró mantenerme en pie.

Esparzo un par de billetes en la mesa y salgo del local.

—¡Eh, loca! ¡Espera!

La noche me recibe agria. El frío se cuela por lo más profundo de mis huesos y froto mis brazos en busca de calor.

—Te vas a enfermar. —regaña pasando la gruesa chaqueta de cuero que tenía al llegar.

La Sombra De Tu PresenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora